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Imponiendo libertad

La negociación del acuerdo de divorcio del Brexit y el hecho de que la Unión Europea haya reconocido como colonia a Gibraltar ha reavivado por enésima vez el debate sobre la soberanía del Peñón. Que el Estado plantee un debate sobre su situación administrativa es, en principio, legítimo. Sin embargo, el ansia de obtenerlo de vuelta viene normalmente acompañado de un sentimiento ultranacionalista que se encuentra en búsqueda de la liberación del Peñón. Sorprendente sobretodo teniendo en cuenta que este se ha pronunciado en dos ocasiones respecto a su soberanía mediante referéndums, rechazando formar parte de España con el 99% de los apoyos tanto en 1967 como en el 2002. Ser soberanos sobre la península responde al único interés patriótico de derrotar a la Pérfida Albión, histórica rival de España a la cual parece que hay que dominar, incluso si los medios para obtener dicho fin se contradicen directamente con el valor más fundamental de la democracia: la libre elección de los ciudadanos gibraltareños. No existe justificación alguna para retomar posturas ultranacionalistas sobre un territorio que, durante ya tres siglos, ha pertenecido a otro Estado mientras sus ciudadanos se sienten conformes en esa situación. El día en el que los gibraltareños decidan formar parte de España, este último podrá reclamar su soberanía sobre el territorio, y no al revés. Y, de momento, los ciudadanos de la colonia no parecen mostrar una voluntad mayoritaria favorable a la incorporación al estado, pero este acostumbra a imponer su realidad nacional a todas las regiones que pueda. Gibraltar no iba a ser la excepción.