PERO de verso a verso nada, golpes nada más y no todos de Estado. Acabaron con Allende en Chile y a nada que empujen un poco más acabarán con Maduro al frente de un país descalabrado y sañudamente arruinado, minado, cuya reconstrucción será, a no dudarlo, un negocio mayúsculo para las transnacionales que en ello participen. Hay petróleo de por medio. Muy triste, lo digo pensando sobre todo en la gente que padece de verdad estos vendavales.

Mi golpe, el que a mí me conviene, es legítimo, pero el que a mi juicio perpetran mis enemigos no lo es; y mientras quiero para el mío todo el apoyo de la ley, de la fuerza y del público, pido para el del enemigo condena, rejón y descabello con el bramido de ese mismo público que hace guardia en este circo y aplaude o abuchea según le pidan.

Hoy toca Venezuela -donde no sé muy bien lo que sucede porque me faltan elementos de juicio basados en fuentes veraces y fiables-, mañana donde mejor convenga a los amos del cotarro. El clamor de libertad y el rasgado de vestiduras democráticas será, si no el mismo, sí muy parecido y hará sentirse al público del lado angelical de los buenos, que es el mejor lado para no desentonar en el concierto social. Más tarde, cuando salgan a la luz, si es que salen, los daños colaterales, las rebabas, el verdadero rostro de la revolución, será el momento de mirar para otra parte y de negar las evidencias: tus muertos no valen tanto como los míos, o no valen nada, y no hay abuso que no se vea amparado por el imperio de la ley, y todo lo que no me conviene es falso, falso, falso. Amén.

Venezuela ha venido siendo el comodín de una derecha autoritaria con disfraz de demócratas a toda prueba, que ha aparecido en escena a modo de tapabocas, viniera o no a cuento, sobre todo lo segundo, hasta de manera grotesca. Me ha dado la impresión de que lo que menos ha importado hasta ahora era el drama de los más perjudicados por el hundimiento económico del país. Lo que contaba era el caos callejero, los asaltos, la matonería, el espectro del hambre y de la pobreza. Pobre y malicioso recurso dialéctico ese, pero pocos más han tenido.

Mi golpe y el tuyo, mi país y el tuyo, mi patria y la tuya, mis leyes, respetables todas, y las tuyas que hay que derogar, sobre todo si protegen derechos sociales que no me convienen. Así con todo. Aquí está por completo bien vista y es legítima una coalición de derechas para alzarse con el gobierno, en cambio si es de izquierdas el rugido está asegurado: ¡Frentepopulismo! ¡Separatismo! y lo que gusten.

Aquí, entre tanto desbarate de derechas y de izquierdas, lo que falta es un proyecto común que asegure la convivencia y el progreso social, y consolide un país sin tener que recurrir a circos, a frentes, a arrebatos patrióticos y a mojigangas. Todo lo demás será una prolongada situación, cada vez más frágil, de vencedores y de vencidos a quienes no les queda más remedio que aceptar su situación de sometidos, que no suele estar por fuerza destinada a durar para siempre. La bronca cíclica no es la mejor cohesión que puede tener un país.

En unos días juzgarán a los políticos catalanes acusados de dar un golpe de Estado. Es posible que los condenen porque esa condena viene de lejos, es política, es mediática y sería raro que con los precedentes de instrucción que tiene, no termine siendo una rotunda condena judicial que contente a quienes piden escarmiento rojigualdo desde el primer momento. Con todo, no puedo menos de acordarme de que cárceles, condenas, prohibiciones y represión no han solucionado jamás la cuestión catalana: Cataluña 1918-1919, al tiempo del primer Estatuto de autonomía; Cataluña octubre de 1934, al tiempo de la declaración de independencia... ¿hasta cuándo? No basta con pensar de manera de verdad torcida y asocial que el que venga detrás que arree y si las cosas se ponen de verdad feas para tus intereses, golpe (con todas las de la ley). Hay precedentes.* Escritor