Vergonzoso el intento de acoso y derribo al gobierno que, apalancándose en sus más frescos diputados, Levy, Casado, Rivera, partidos y asociaciones de su entorno, aprovechan los contactos de Zapatero con Otegi o Eguiguren o el conflicto catalán para revolver el río y obtener con un nuevo ensalzamiento de los principios más retrógrados los réditos que día a día van perdiendo por su infumable trayectoria. No les basta con criminalizar a diario las ideologías nacionalistas sino que la natural y obligada acción política con el diferente les remueve las entrañas, porque se les acaba el chivo expiatorio. De ahí que el 155 lo tengan en el disparadero como dogma de fe. Incomprensible que no quieran acordarse de que Aznar, el Pope de la derecha más unida, según sus propias palabras, en 1999 no tuvo ningún reparo para tratar con ETA cuando aún estaba activa e, incluso, denominarla movimiento de liberación vasco. Si aquel postureo le hubiese salido exitoso y en la guerra de Irak se hubieran hallado las armas de destrucción masiva, su carrera política (y económica) hubiese ensombrecido a Nelson Mandela. Pero no fue así y, a pesar de todo, el resurgimiento de la más rancia derecha española se vanagloria de la época imperial y protege al dictador, a sus obras y a sus pompas.
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