Hace quince días tuve que pasar la ITV de mi coche. En la revisión me avisaron de que tenía una de las luces largas del coche fundida. Una falta leve que no impidió que superara el examen. Días después me presenté en el concesionario oficial al que llevo el coche a pasar las revisiones y le comenté al encargado lo que me ocurría. Raudo, me dijo que pidiera en la sección de recambios una bombilla, tras lo cual se apresuró a cambiármela. Sin embargo, sus esfuerzos por hacer que la luz brillara no fructificaron y me invitó a pasar a su oficina, donde elaboró un presupuesto que ascendía a 1.096,93 euros porque, según él, “está el foco estropeado y hay que cambiarlo entero. Además, es de xenon”. Estupefacta salí del concesionario, buscando una alternativa. La encontré en una conocida franquicia que me reparó la avería “en una hora, como mucho”, con un presupuesto de 21,47 euros, por la bombilla fundida. Tras recibir un mensaje en mi móvil, en el que me comunicaban que tenía el vehículo disponible, volví al taller y el encargado me comunicó que “no tenías la bombilla fundida. Era solo un fusible que no te voy a cobrar. Paga solo la mano de obra, 11,05 euros”. Casi 1.100 euros de diferencia. Lo del concesionario, ¿qué era? ¿Un presupuesto o un atraco a mano armada?