Esta sociedad de fariseos, a pesar de que la Constitución se proclama laica y el derecho fundamental a la libertad de opinión ha denunciado al provocador Willy Toledo por ejercerlo. Al escritor Salmam Rushdie, autor de Versos satánicos, en la que desarrollaba tesis contra la fe musulmana y la figura de Mahoma, Jomeini le condenó a muerte, aunque como ciudadano inglés fue protegido defendiendo su derecho. El humorista danés Kare Builtzen publicó caricaturas obscenas sobre Mahoma. La prensa se solidarizó con el amenazado por la misma razón. La revista satírica Le Canard Enchainé publicó comentarios irónicos sobre la fe islámica. Toda la prensa francesa y europea protestó contra las amenazas de los estados islámicos. Y ello a pesar de que los que profesen esas creencias se sintieran ofendidos. El episodio de Willy Toledo sucede en la España de la Inquisición, del Concordato y a pesar de que la Constitución se proclama laica. Por muy ofensivas que sean y su afán de protagonismo contra la fe católica, incluso blasfemando o ironizando respecto de sus fundamentos filosóficos, Toledo está amparado por la Constitución. Pero como en este caso la religión denostada es la católica en una sociedad de fanáticos, los jueces le han abierto diligencias, en contraste con los descritos en los que la religión objeto de chanza es la musulmana. En tales casos se impone el principio de la libertad. Yo me podría sentir agraviado por sus provocativas expresiones, pero antepongo su derecho a expresar lo que crea conveniente por encima de mis convicciones religiosas que en un creyente con fe adulta pertenecen a su intimidad.
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