MI nieto tiene 4 años. No se quita el equipaje completo del Athletic, con el numero 4 y con su nombre a la espalda, ni para dormir. Y eso que vive y ha nacido en Catalunya, donde habiendo estado de vacaciones he sido testigo de que estando en la calle vestido, ¡cómo no!, con la equipación del Athletic, vio a un niño algo mayor que él con la camiseta del Barça con el nombre de Messi a la espalda, y le dijo: “Me llamó Amets y soy del Athletic¿quieres jugar conmigo?”.

Posiblemente, mi nieto no sea aún consciente, por la edad, de qué es “ser del Athletic”. Ser del Athletic es ser fiel a una filosofía única en cualquier deporte profesional del mundo. Es primar la forma sobre el fondo. Es demostrar casta, depender, cuando nadie lo hace, de la cantera, que se pondera más que la cartera. Es tener un estadio que siendo “catedral” tiene nombre de santo, sabiendo que Albert Camus (guardameta y Premio Nobel de Literatura) dijo, pensemos que tras conocer el viejo San Mames, que no hay lugar en el mundo donde un hombre pueda sentirse mejor que en un estadio. Ser del Athletic es poder presumir de abundantes iconos mundiales en nuestra intrahistoria (Pichichi, Belauste, Zarra, Gainza, Iribar, Julen Guerrero...) que además nunca cambiaron de aires. Es haber tenido como jugador a un mítico lehendakari, José Antonio Aguirre. Es jalear a mitos rivales (Di Stefano, Cruyff, Giggs, Zidane, Laudrup, Maldini, Maier, Puyol?) . Es ser de un equipo con 120 años de historia, el más ancestral de los tres de siempre de Primera División, fundador de la Liga, campeón casi siempre cuando el juego era sin cartas marcadas, con jugadores legendarios, con comunión entre afición y jugadores. Es mantener la esencia romántica que nunca debió perder este deporte. En una actividad que es más negocio financiero-especulativo que actividad lúdico-deportiva, ser del Athletic es tener un equipo en la élite que sea capaz de mantener el espíritu de los partidos de chavales, de los equipos de barrio, de los que elegían a los jugadores echando a pies, es ser algo tan inconmensurable y tan inconcebible, que solo los niños y los que no queremos dejar de serlo nunca, lo entendemos. Es poder poner con orgullo en el dorsal el propio nombre antes que el del crack millonario.

Creciente dificultad Por otra parte, hemos podido comprobar en el último Mundial, con muchos partidos emocionantes, con estilos de fútbol variados y juego de altura, que el nivel de la Liga en la que participamos es muy alto, ya que ha aportado mas de 80 jugadores al campeonato. Todos los equipos de Primera División, e incluso alguno de Segunda, han contribuido con algún efectivo. En la final estaban nueve jugadores que participan en La Liga.

Por tanto, teniendo en cuenta por una parte nuestras esencias peculiares y por otra el escenario en el que nos movemos es preciso realizar alguna reflexión siendo conscientes de que tras una horrorosa temporada puede ser aventurado. Tenemos una filosofía, no escrita pero consuetudinaria, basada en el uso y la costumbre, poco flexible y nos gusta decir que siendo nuestra seña de identidad es nuestro valor diferencial. Claro que esto nos supone tener un mercado muy reducido, que la plantilla tenga difícil la competencia y que nuestros escasos fichajes se encarezcan precisamente para nosotros. Además, hay quien se deja engatusar, como intentaron sin conseguirlo con el homérico Ulises, por cantos de sirena y es que la hipótesis de más dinero, más fama, más títulos, resulta golosa.

Tenemos, además, un importante problema demográfico, nacen muy pocos niños y esto va a ser un inconveniente muy grave para poder cobrar pensiones públicas dignas pero también para poder nutrir a nuestro querido Athletic.

Nos hace falta un chute de ilusión. Necesitamos nueva savia y nuevas ideas. En Bilbao nos gusta el Athletic y también el fútbol. Está bien seguir manteniendo la filosofía, pero sobre todo hay que generar expectativas. Si no hacemos nada, tenemos el riesgo de que un día tengamos el estadio más bonito de Segunda División. Hagamos un Plan Estratégico, como hacen todas las empresas del mundo. Para mejorar en competitividad y para atraer y retener el talento. Marquémonos objetivos ambiciosos (disputar la Champions, ganar la Copa, ganar la Europa League...) asumibles con nuestra historia y establezcamos unos Planes de Acción, acordes con ellos, actualizando con coherencia las fronteras de la filosofía.

Sugerencias Con ese objetivo, algunas sugerencias. Una: si un aquitano o un riojano, sin ningún vinculo con el Athletic, han podido jugar, ¿por qué no puede hacerlo un hijo de un peñista que ha mamado el Athletic desde la cuna aunque sea segoviano, cacereño, bonaerense, neoyorquino, londinense, belga, cubano, caraqueño? así hasta casi mil peñas repartidas por el mundo? Otra: poder contar con familiares de socios o con descendientes de vascos aunque no hayan nacido o se hayan formado futbolísticamente en Euskal Herria. Otra más: los inventores británicos del futbol jugaban en nuestros primeros equipos y con ellos ganamos nuestros primeros títulos; de ellos importamos nuestro nombre, nuestras camisetas, blanquiazules primero y rojiblancas después, y los más prestigiosos entrenadores; ¿por qué no pueden colaborar con nosotros los descendientes de Dyer, Evans, Sangard, Cockram, Cameron, Grapham, Burns, Veitch?? ¿No habíamos quedado que los de Bilbao nacemos donde queremos? Y todo esto lo dice alguien con posiblemente 64 apellidos vascos, como presumía Unamuno, y al que le encantaría que toda la plantilla del Athletic fuera del Casco Viejo, como Don Miguel y su sobrino Pichichi.

Por cierto, con el empoderamiento absolutamente imparable del mundo femenino y con la tendencia a la igualdad de género en derechos y oportunidades, debemos sacar la gabarra, nuestro símbolo de la victoria, cuando el Athletic femenino gana títulos. Es un estimulo al equipo y a la afición. Es otra sugerencia.

Cuando los que ya peinamos canas éramos jóvenes, conocimos a un Athletic que ganaba Copas y hasta Ligas. Y a ningún niño le gusta ser de un equipo perdedor. Queremos seguir siendo no solo de un equipo histórico sino legendario y, cuando ganemos alguna final, que el mundo vislumbre otra forma de llegar a la victoria. Que el futbol, el deporte en general, la profesión o actividad de cada cual, la vida que nos ha tocado vivir a cada uno de nosotros, no es o no debería ser, solo, profesionalidad y técnica, calidad y pizarra, dinero y títulos, sino también pasión y sentimiento, nobleza y corazón, solidaridad y fairplay...