A que sí, a que se te hace la boca agua cuando tienes sed y piensas en un melón maduro, dulce y sabroso. Pues así se queda uno cuando te espera a la tarde antes de ponerse el sol, caminando al teatro, a la música y a la poesía, al amparo de las murallas o de las torres del castillo de Olite; o hacia lo que tú deseas con pasión: tu novia, tu novio, el canto gregoriano y la soledad, las dulces caricias y palabras de tu abuela, abuelo o en quien piensas día y noche. O en tu jardín secreto. O al zorongo gitano en la garganta de Amaia. Personas, entornos, lugares con magia. Como una raja de melón maduro entre los dientes.
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