PUES verá, yo creía quetenía retorcijones detripas, pero no, el temaparece más serio. Estoy endemoniaday el dolor de estómagodebe ser ser un gol que me hametido el diablo cuando losángeles y los dioses que me cuidanestaban despistados. ¿Quiénnos iba a decir a las mujeres delsiglo XXI que estábamos endemoniadaspor exigir nuestrosderechos? El obispo Munilla esel autor de tan luciferina frase.El señor se ha convertido en unaespecie de guerrero del antifazque condena el aborto, la masturbación,la homosexualidad, ellesbianismo, el control de natalidad...

para estar, como es debido,dentro de la Iglesia católica,apostólica y romana. Hay queser casto y puro. Lo único quesalva de sus piropos femeninoses la maternidad. Según el prelado,lo más grande que ha dadoDios a la mujer. ¡Pobrecitasmonjas, tanto sacrificio paranada! ¿Pero usted, señor Munilla,ha pensado que se pararía elmundo si de verdad y en plenaconciencia la mujer dejase detrabajar sólo un día? Colegios yuniversidades cerrados, empresas,transporte, comercios, restaurantes,hospitales. Un caos.

Ayer Madrid era una fiesta. Lasmujeres estábamos en todos lossitios. Los hombres, asustados,parecían haber dejado su eternoprotagonismo para entrar en suintimidad extrañados. Por primeravez risas, alegría y coloresllenaban las calles, como si porun día las mujeres mandases.

El 8 de marzo, Día de la MujerTrabajadora ?no hay que omitiresta palabra tan importante,Trabajadora-, la vida se parópara recordar a tantas mujeresque lucharon por nuestro derechoal voto, ¡a la educación (unamujer si quería ir a la universidadtenía que vestir de chicos), ala lactancia? Todas estas mujeres,¿están envueltas en el humodel diablo?