“Arde” de nuevo el sur de los Estados Unidos (si es que, había dejado de hacerlo). La “excusa” en este caso (la retirada por parte de las autoridades, de algunos estados de símbolos o estatuas que “honraban” la memoria “sudista”) es como digo quizá lo de menos, para que los grupos supremacistas y xenófobos hayan tomado las calles, en este caso la población de Charlottesville (Virginia) para protagonizar tristemente, una serie de altercados (con muertos incluidos) haciendo que recordemos escenas de triste recuerdo, como las de la película que titula este artículo, cuando un 21 de junio de 1964, tres activistas de los derechos civiles, que pedían el voto, total y absoluto, para la población de raza negra, “desaparecieron” y posteriormente fueron encontrados asesinados; que la esclavitud fue lo menos, para una guerra llamada de “secesión” que enfrentó a los estados del norte con los del sur, y que el final de esa misma guerra no se resolvió el problema de la igualdad entre la población blanca y negra. Para nada fue así. En los estados “vencidos” del sur se implantó un duro y hasta cruel “segregacionismo” entre las dos comunidades (diferentes escuelas, barrios propios y discriminación en trabajos o transportes públicos) que en muchos casos han llegado alcanzar fechas no demasiado lejanas. En los llamados estados del “cinturón de la biblia, tremendamente conservadores, en cuanto a derechos civiles, llegándose el caso donde la esclavitud, no estaba “formalmente” abolida, o que determinados colegios seguían manteniendo una separación de alumnado blanco y negro. Así pues, parece que no se vea una solución fácil, para que se cierren “viejas” heridas, mientras exista gente que se crea superior a sus semejantes, y dirigentes que les jaleen y aplaudan.
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