Carta a la sal
La sal es un don de la naturaleza que nos alegra la vida. Salario viene de sal. La estatua de sal, la mujer de Lot, viene de la Biblia, ese cuento encantador para niños, alguna vez cruel. Lo utilizan como ejemplo quienes están perseguidos por la oscuridad de su pasado y del presente como escudo. Señor Mariano Rajoy, presidente de Gobierno, el país no es un lugar con el sigilo y el olor de una abadía. No. Es un moridero de pobres, a los que no les llega el salario para vivir. Las estatuas de sal solo existen en los cuentos divinos, en la candidez peligrosa de la edad, utilizada por usted y sus mariachis para paralizar la mente de los que les votan, frutos del miedo, que usted utiliza muy bien, magistralmente, a la gallega, etéreamente, con meigas o sin meigas. La cuestión es desviar la atención hacia el miedo. Los que no somos gallegos ni tenemos miedo a la realidad sufrimos mucho cuando nos toman el pelo. Es usted un ángel muy malo condenado a la podredumbre. “Amén, Zu hor eta ni hemen.” Tu allí y yo aquí,