Pena da comprobar la escasa contribución de ciertos ayuntamientos para mitigar el famoso efecto invernadero.

Los ecologistas se cansan de insistir hasta la saciedad, en que no basta con reponer simplemente los árboles talados de los paseos o bulevares -en algunos casos por presunta enfermedad- sino que incluso hay que ir más allá, con medidas entre las que están el aumentar su número.

Porque el ARBOLADO URBANO, aporta sombra a los habitantes y visitantes de la ciudad, disminuye las emisiones de CO2 y otras fuentes contaminantes, y genera habitabilidad, bienestar y belleza urbana.

Y es que, el ciudadano no debe permanecer nunca impasible ante una tala indiscriminada de los árboles en su ciudad, ya que además de afectar a su calidad de vida, supone una inversión que siempre da beneficios muy difícilmente alcanzable por otros medios.