Que quiere decir “abundancia de peces y mariposas”. Para mí es, en las bellas orillas del mar Caribe, un Macondo grande “?junto a un río de aguas diáfanas que se precipitan por un lecho de piedras pulidas, blancas y enormes como huevos prehistóricos”, uno de los lugares donde se pone de manifiesto que el desarrollo normal del hombre todavía se encuentra en la prehistoria de su camino hacia la balanza justa: peso que iguala al pastor y al rey. La gran capital la han convertido en un bosque de oficinas de abogados perezosos y desalentados de puro hartos, que ocupan despachos tristes donde no se escucha un son sumiso y agradable de plantas, sino un sordo estruendo que tiene mucho más de peligroso que de conveniente, porque allí, en los despachos, se da cobijo y amparo legal a los grandes jefes de Estado en ejercicio y retirados, a políticos y grandes empresarios, a deportistas de élite, a actores y artistas de prestigio mundial, para que evadan impuestos, laven dinero y eviten sanciones. Toda esa caspa que va presumiendo por la vida de más patriotas que nadie, y de orden y moralidad intachable: muchos de misa y comunión diaria o semanal. Amén. Esos que quitan la nata de la sociedad para esconderla y dejar que el resto de ciudadanos se alimente con el desnatado, para que trabajen más ligero y generen más y más nata de la buena, de la mejor. A esas solemnes personas constituidas en mandos y oficios graves, vestidas de punta en blanco, con olores a colonias exóticas, si les quitas el tapón decorado se convierten en olores y sabores de malandrines mostrencos, A quienes, nosotros, los indios de flauta de caña y tambor cantamos con el gran cantor argentino vasco Atahualpa Yupanqui (Roberto Cavero Aramburu): Las penas y las vaquitas se van por la misma senda; las penas son de nosotros, las vaquitas de Antzorena.