En los últimos años han proliferado en el Estado español grandes infraestructuras, tales como aeropuertos fantasmas (sin aviones), autopistas (sin coches) y nos preguntamos ¿para qué sirven realmente? Igual para que el político de turno pueda hacerse la foto correspondiente y llenar los bolsillos de algunos. Otra gran estructura que está de moda últimamente es el Tren de Aalta Velocidad que va camino de ser un pozo sin fondo. España es (comparativamente hablando) el segundo país del mundo con mas líneas de alta velocidad, con casi 2.500 kilómetros en servicio y otros 1.200 en construcción que el Gobierno quiere poner rápidamente en servicio (año electoral), solo superados por China con unos 10.000 kilómetros, (comparemos la población de unos y otros). Actualmente de los países que disponen de estas infraestructuras solo tres corredores son rentables: uno está en Japón, otro en Francia y otro en la propia China. Todas ellas, rutas enormemente densas que conectan grandes núcleos de población. Pensarán muchos que tan malo no será si otros ya lo tienen. En otros países se ha optado por mejorar las infraestructuras ferroviarias existentes, con líneas rápidas de hasta 200 kilómetros por hora, y con estudios de impacto económico rentable. En Estados Unidos (se supone es el país más desarrollado del mundo), una obra de estas características debe demostrar que es viable para ser financiada con dinero público. En nuestro país más de 52.000 millones de euros se han invertido hasta ahora y los que están por venir, y además con solo 11.800 viajeros por kilómetro, mientras en Francia lo utilizan unas 61.400 personas con bastantes menos kilómetros de vías de este tipo. ¿Será otra inversión ruinosa imposible de rentabilizar? Hemos pasado en poco tiempo del burro a la nave espacial. Hay otras inversiones que merecen que se invierta en ellas con tanta alegría, como la educación o la sanidad.