El ataque genocida del Ejército israelí contra Gaza y la expulsión de los palestinos de sus tierras tiene algo de imagen del Antiguo Testamento. Los sionistas, muchos de ellos ateos, han utilizado los relatos bíblicos para proyectar sobre la opinión pública occidental la legitimidad de su guerra de conquista y la ocupación de Palestina. No en balde los soldados del Tsahal llevaban en sus mochilas el libro de Josué, en el que se narra la conquista de Canaán y la expulsión de las tribus originarias del llamado Creciente fértil. Y en el sector del mundo occidental en el que mas ha calado ese relato ha sido entre los fundamentalistas protestantes estadounidenses que apoyan con especial fanatismo las agresiones que el Estado sionista lleva a cabo contra los pueblos del Oriente Medio. Existe una afinidad muy grande entre los colonos judíos que arrebatan las tierras a los árabes y los puritanos calvinistas que desembarcaron en América en el siglo XVII. Los colonos del Mayflower que huían de la persecución religiosa en Europa estaban imbuidos de la idea de que Dios había mantenido vacío el continente americano para un día acoger a los perseguidos. La misma mentira pronunciada por la dirigente sionista Golda Meir, cuando refiriéndose a Palestina dijo aquello de “una tierra sin pueblo para un pueblo sin tierra”. Theodor Herlz ya había afirmado en 1895 que “vamos a tratar de ahuyentar a la miserable población indígena para fuera de las fronteras”. El Estado de Israel se mantiene por el apoyo militar y político que le otorga Washington con el apoyo de muchos millones de estadounidenses que hacen una lectura militarista y fanática del Antiguo Testamento. El sionismo hace una utilización perversa del relato bíblico para justificar su colonialismo y es un insulto contra el Dios de los profetas de Israel.