CUANDO la radio tenía la exclusiva del audiovisual y en las casas hacía las veces de las actuales televisiones, incluía los equivalentes de las series y los culebrones, encabezados por las "novelas" que creaba Sautier Casaseca con las voces de Pedro Pablo Ayuso y Matilde Conesa. De entre aquellos títulos, estos días me ha venido a la memoria uno, cargado de ideología del sistema: Lo que nunca muere. Y ha sido a raíz del ataque a la delegación de la Generalitat en Madrid, único incidente grave en una Diada tan multitudinaria como civilizada, que en Catalunya, por no comportar, ni siquiera trajo un solo accidente de tráfico, pese a los cientos de miles de desplazamientos.
Los hechos son sobradamente conocidos. Llueve sobre mojado, con una ultraderecha nostálgica que también ampara, por omisión, el Partido Popular entre sus militantes. No nos remontaremos a los tiempos de la masacre de Gasteiz, la matanza de laboralistas en Madrid, Montejurra, los Sanfermines sangrientos? ni siquiera a las hazañas de los GAL. La amenaza de la violencia, física, verbal y simbólica, sobre ciudadanos pacíficos y hasta representantes políticos democráticos continúa bien viva.
Los detenidos por el ataque en la capital del reino de España no han sido procesados por la Audiencia Nacional, sino por un jugado ordinario. Pese a que entre los agredidos hubiera diputados y el senador Anasagasti. Y si la situación de libertad provisional con cargos es coherente en principio y en derecho, empieza a no serlo tanto cuando hay reincidencia en algunos de aquellos personajes.
Por mucho menos, la experiencia lo ha demostrado, ha habido vascos condenados a seis años de cárcel por violencias callejeras, menos graves en opinión de muchos, pero calificadas como "kale borroka" o "terrorismo de baja intensidad".
Menos presentable todavía han sido algunas reacciones. En una tertulia de una televisión privada española, un abogado equiparaba en plano de igualdad aquello -calificado, de entrada, por el juez de lesiones, atentado y amenaza- a la quema de una bandera española y un retrato del rey en Barcelona. Olvidaba el ultraje a la senyera, también símbolo constitucional, en el mismo asalto. El defensor de los encausados y unas 150 personas que les apoyaban en el exterior del juzgado les calificaban de "patriotas, no terroristas". Un lema o concepto que expresado por otros recibía el rechazo casi unánime y según el caso juicios hasta la condena por "apología del terrorismo".
Y lo peor es que no puede sorprender demasiado cuando miembros de Nuevas generaciones del PP aparecen -por ahora impunemente- con las banderas de la gallina y/o haciendo el saludo nazi-fascista. O cuando se fotografía en el Valle de los Caídos el diputado provincial y alcalde de Atienza, Jesús Parra, brazo en alto. O la exhibición de la bandera con el águila en la fiesta mayor de La Moraleja de Enmedio, donde se canta el Cara al sol cada año durante el desfile de carrozas. Senén Pousa, alcalde del municipio orensano de Beade, que lleva la misma música como tono del móvil, se confiesa admirador de Franco y tiene un gran retrato del dictador en el despacho de la casa consistorial a la que se llega por la Calle del Caudillo, lo ha dicho bien claro: "Jamás en la vida nadie del partido me ha dicho nada por pensar así". El pensamiento es libre, pero la acción no debería serlo. Y el alcalde Pousa sigue mantenido en el cargo, pese a las peticiones socialistas de cese o dimisión.
Claro que si resulta que el PSOE acuerda con el PP, a instancias del obispado -que esa es otra- mantener la Cruz de los Caídos del monte O Castro de Vigo, inaugurada por el propio Franco en 1961, poco puede exigir a otros.
Todavía resonaba aquello de la "extraordinaria placidez del franquismo", de Mayor Oreja; el "con Franco vivíamos en paz", de María San Gil, la llamada de Vidal Quadras en el Parlamento Europeo a una intervención del Ejército o la Guardia Civil en Catalunya, cuando el portavoz adjunto del PP en el Congreso se descolgaba diciendo que el "millón de muertos" de la guerra fue culpa de la República y que PSOE e Izquierda Unida deberían actuar contra sus militantes que exhiben banderas republicanas por anticonstitucionales. Como si aquella enseña, y sus defensores, no hubieran sido representantes democráticos, democráticamente elegidos, y eliminados -a menudo también físicamente- por una rebelión militar.
En fin, que ni mueren ni parece que morirán los intentos de resucitar totalitarismos, en general por la violencia y a menudo con armas. Se dirá que también existen, y hasta crecen, en el resto de Europa. Y es verdad. Pero las mayorías los rechazan, al menos hasta ahora. Y las legislaciones no solo los penalizan sino -caso alemán- estudian endurecimientos.
Recordemos que, además de condenas del Tribunal de los Derechos Humanos por no perseguir torturas, la propia Unión Europea ha llamado la atención al Estado español por su "tolerancia" frente a los antidemocráticos, por dos asuntos: el reportaje de Telemadrid adjuntado a imágenes del president Mas otras de Hitler que la cadena nunca retiró, sino que defendió, negándose a pedir disculpas, y la condecoración a miembros de la hitleriana División azul presidida por la delegada del Gobierno español en Catalunya, la inquisidora de catalanistas María de los Llanos de Luna. Este nuevo asunto ya ha vuelto a entrar en la Eurocámara, con todas las posibilidades de que vuelva a dejar en evidencia a la España negra y profunda, que es piedra angular de lo que nunca muere.