QUIÉN no ha dicho de alguien que es buena o mala persona? Sin duda, es una clasificación muy sencilla que realizamos para catalogar a los seres humanos de nuestro entorno más próximo y a los que tienen alguna relevancia pública. Si meditamos acerca del paradigma de buena persona y de mala persona en España es posible que en la primera categoría entre Rafa Nadal y en la segunda categoría lo haga Luis Bárcenas. Incluso esta clasificación la podemos generalizar; así todos los deportistas suelen estar catalogados como buenas personas, salvo aquellos que están inmersos en algún tipo de trampa como apuestas ilegales o juego sucio. Por otro lado, todos los políticos suelen estar catalogados como malas personas, salvo aquellos que denuncian alguna trama o reconocen posibles pagos ilegales.

La idea de fondo es que esta categorización, tan arraigada en nuestra sociedad, es falsa. Completamente falsa. Está basada en una clave: una o dos características destacables de una persona son trasladadas a ella en su totalidad. Y siempre olvidamos que todos tenemos nuestras luces y nuestras sombras. La mejor forma de definir estas sombras es la dada por el difunto monarca marroquí Hassan II. Cuando era interrogado acerca de posibles violaciones de derechos humanos él nunca quería entrar en ello, decía que eso correspondía al jardín secreto de cada persona. Y tiene su lógica ya que de diferentes formas cometemos faltas. Posteriormente nuestro cerebro las racionaliza, les da sentido, y así logra evitar la disonancia cognitiva, estado por el cual nos encontramos mal con nosotros mismos.

Así, en tanto no conocemos el jardín secreto de cada uno, no podemos juzgarlo. Si descubrimos que alguien, por ejemplo, ha cometido abusos sexuales a niños lo consideramos, como tiene que ser, una mala persona. Pero si no lo sabemos puede ser que dicha persona nos parezca una maravilla.

Además se da una paradoja. Los catalogados como malas personas tienen que demostrar que no lo son y en consecuencia no tienen margen para portarse mal en otros aspectos de su vida: amistades, familia, vida laboral o vida carcelaria. Recordemos que los presos que habían estado con Bárcenas decían que era un tío genial. Lo contrario ocurre en las personas catalogadas como buenas personas.

De todas formas, ¿qué hace que las personas se comporten tan mal o lleguen a límites como el asesinato, el robo de millones y millones de euros o el maltrato físico y emocional a otras personas?

Para contestar a esta pregunta debemos comprender lo que nos mueven los incentivos. Hacemos algo cuando tenemos incentivos para ello. Y lo que más nos importa es el sexo, el dinero, el poder y la salud. Ocurre que estos incentivos pueden distorsionarse a partir de las emociones o de la educación. Por ejemplo, un egipcio al que le haya aparecido un familiar muerto cambia los incentivos y decide entrar en un grupo de insurgentes. Una persona que entre en una secta está comprometida con todo lo que le diga su líder espiritual sin revocación alguna.

Así, ya podemos contestar a la pregunta anterior:

1.- Casos como los asesinatos se explican a partir de un suceso extremo, un vuelco emocional o una educación estricta.

2.- Los robos o casos de corrupción son casi siempre escalonados. Se va cogiendo poco a poco de manera que se racionaliza el robo "no se va a notar y me lo merezco" hasta que se acaba de perder el control. Lo mismo ocurre con el maltrato.

3.- El hecho de tener una necesidad inmediata también nos puede llevar a cometer actos extremos.

4.- Avances en neurología demuestran que muchos delitos tienen cierta base en alteraciones funcionales de zonas cerebrales.

Todo esto nos puede enseñar pautas para construir una sociedad mejor. Seguro que al lector se le ocurren muchas medidas relacionadas para evitar actitudes de personas que están haciendo que nuestro sistema económico y social se esté deteriorando.