A pesar de lo que digan John Kerry, la UE o Arabia Saudí, lo que ha sucedido en Egipto es un claro golpe de Estado contra el primer gobierno elegido democráticamente en la historia de Egipto.
Independientemente de lo grave de la situación, Occidente, de nuevo, decide apoyar a un grupo que no respeta las normas básicas de la democracia. Parece que no hemos aprendido nada de lo acontecido durante el siglo XX, manteniendo a déspotas que lo único que hacen es mostrar su hipócrita e interesada faz, arruinar el país y como consecuencia fomentar el islamismo radical.
El ejército egipcio es el más importante de todo el continente africano, por no mencionar que las empresas ligadas a él representan el 40% del PIB del país. Desde la llegada al poder de Gamal Abdel Nasser, el ejército ha configurado una casta social, emparentados con sus empresas, escuelas, hospitales, urbanizaciones, etc. Posteriormente, desde tiempos de Sadat y el pacto con Israel, el gobierno de EE.UU. ha sido el mayor soporte de esta institución, otorgándole alrededor de mil millones de dólares anuales.
Los militares no están dispuestos a perder los privilegios adquiridos durante los últimos sesenta años, por lo que, desde su punto de vista, no podían permitir que los Hermanos Musulmanes les fueran desplazando de las posiciones de poder. Las revueltas contra Mursi y el apoyo occidental le han servido de excusa para apartarlos del poder.
Los Hermanos Musulmanes (Al-Ijwad al-Muslimun) es una organización que desde su fundación en 1928 busca el regreso a una vida acorde con los preceptos del islam. Se han mantenido en la clandestinidad tejiendo una red social de asistencia, intentando cubrir las amplias deficiencias del Estado, dando ayuda sanitaria y educacional, buscando trabajo, organizando comedores sociales, de tal forma que con el paso de los años se han ganado una gran simpatía, sobre todo entre los más desfavorecidos. En la década de los ochenta hicieron una clara apuesta contra las vías violentas para la consecución de sus objetivos, evolucionando en los noventa en un movimiento que acepta las reglas del juego democrático. El movimiento de los Hermanos Musulmanes no se limita a su lugar de origen, Egipto, sino que se ha extendido por el mundo musulmán con distintos resultados. Actualmente, gobiernos como el de Túnez o Turquía están ligados al movimiento. De hecho, recientemente Turquía ha condenado a gran parte de la anterior cúpula militar a un duro castigo (cadena perpetua en algún caso) por un intento de golpe contra Erdogan.
El islam moderado es una fuerza emergente y en aquellos países musulmanes en los que ha habido elecciones democráticas, han sacado unos muy buenos resultados. La oposición laica en países como Túnez, Turquía o Egipto, debe aprender a organizarse políticamente mejor para enfrentarse al islamismo político en las urnas y no en las calles. Quizá ahora estén satisfechos con la actuación del ejército, pero a la larga los laicos tampoco van a poder gobernar en libertad pues van a tener a los militares como garantes del orden y nada les va a impedir hacer de las suyas.
Si al islamismo moderado se le bloquean las vías políticas, se pueden ver reforzadas las posiciones de los grupos radicales. Recientemente, el líder egipcio de Al Qaeda, Aymán al-Zawahiri, ha comentado que la caída de Mursi es el resultado de optar por vías políticas en vez de militares. Debemos recordar que Al-Zawahiri es un antiguo miembro de la Hermandad, que la abandonó por considerarla poco combativa. Por lo tanto, para Al-Zawahiri, el golpe de Estado manda un mensaje al resto de organizaciones políticas islamistas: occidente va a apoyar cualquier acción contra vosotros, por lo que la vía violenta es el único camino.
Ahora, después del golpe se les exige a los seguidores de Mursi que dejen de protestar, se vayan a sus casas y participen en las elecciones que se esperan para el año que viene. Pero, ¿qué garantías tienen? ¿Qué sucedería si vuelven a ganar las elecciones? Y, en caso de perderlas, ¿no podrían ellos como la oposición salir en masa a las calles para colapsar el país?
La situación podría tornarse crítica si la violencia va en aumento y podría suceder como en Argelia en 1991 cuando el ejército dio un golpe de estado ante la inminente victoria islamista que derivó en un sangriento conflicto civil que se cobró mas de 150.000 víctimas. En Egipto el conflicto civil ha estallado y las víctimas ya se cuentan por centenas. Nos guste o no, Occidente es en gran parte responsable de ello.