ALREDEDOR de 1.300 millones de seres humanos practican el Islam (Sumisión al único Dios) en todo el planeta tras catorce siglos de existencia desde que Dios (Allah), El Clemente y Misericordioso revelase su Verdad a través del último y, para ellos, el más importante de los profetas, Mahoma, que en gloria esté, van a celebrar la fiesta del Fin del Ramadán. Los musulmanes, que admiten como profetas propios a Abraham, Lot, Noé, José y Jesús de Nazaret y otorgan reverencia a María, la Madre de Jesús, sostienen, que la última de las Religiones Proféticas (las que están dotadas de un libro sagrado) que posee elementos procedentes de las tradiciones religiosas judias y cristianas, culminan y resumen en un todo Armonioso y Superior. Creen en el Juicio Final que recompensará a los que han seguido el camino recto y castigará a los infieles y pecadores. El ayuno, así como la oración y las buenas obras borran los pecados.

La luna nueva de agosto pone fin al mes lunar transcurrido desde que con la pretérita luna nueva dio comienzo al noveno mes del calendario musulmán. Tiempo de atención al verdadero progreso, el único, el que se produce en el camino interior tras el combate mental propio (Cinchad Decebir), individual, psicológico y profundo del creyente que desea creer en la vía hacia Dios; en una senda inexorable que solo el pecado, la vanidad, el orgullo o la ambición humana pueden torcer.

El Ramadán o ayuno ritual es el cuarto precepto básico del Islam, siendo el primero la profesión de la fe y la proclamación de la unicidad de Dios, el segundo, la oración, el tercero la limosna y el quinto la peregrinación a La Meca al menos una vez en la vida. Periodo cargado de buenas intenciones, de abstinencias diarias de vomitos, de ingerencia de comida, de bebida, de tabaco y otras sustancias y de sexo, desde el alba al ocaso. Quedan exentos los niños, los enfermos, los viajeros, las embarazadas y las afectadas por el Periodo. Es tiempo de reflexión y de replanteo vital; momento de tratar al prójimo como a uno mismo. Prohibición expresa de la agresión verbal o física. Ruptura de las rutinas y tribulaciones de la vida exterior, objetiva y pública. Búsqueda de la perfección interior, actuación en la buena dirección. Plena consciencia de que su palabra lenguaje o pensamiento no le pertenecen, como el resto del Universo sino a Dios.

Ciertamente, los musulmanes valoran positivamente los avances sociales de la Justicia y la Igualdad, así como la generosidad, la caridad y las buenas obras. Pero con su fatalismo divino y su doctrinario determinismo histórico, asumen resignados que los poderes despóticos, los regímenes basados en la ambición o en la tiranía se han producido y se producirán al igual que la injusticia y la corrupción de los gobiernos ¡Estaba escrito! (¡Mektub!)

Para el creyente, en el mundo terrenal todo está ya determinado y su siempre limitado libre albedrío lo emplean en concentración para la reflexión individual sobre el bien y el mal a través de la razón. En lo inescrutable y lo inabarcable de Dios y sus designios, sobre la simultaneidad y la revelación del Corán, el Libro Sagrado, tan opuesto como alejado del pensamiento racional sobre la Ciencia, la sucesividad de la Historia, la emancipación religiosa o el "progreso occidental" basado los avances sociales hacia la felicidad terrenal.

Desgraciadamente, durante el sagrado mes, no ha habido tregua en la otra orilla del Mediterráneo, no han faltado agresiones de todo tipo entre creyentes, haciendo caso omiso del dialogo, del reconocimiento al otro, del respeto a la diversidad, de la tolerancia y la comprensión mutua que este tiempo de purificación y búsqueda de perfección interior pretende. Bien al contrario. Nada anima mirar con optimismo el futuro próximo en la otra orilla del mediterráneo. Solo nos queda constancia de la sistemática, radical y agresiva intransigencia de unos y de otros. De que la violencia y la guerra siguen predominando sobre otras vías de solución de toda suerte de conflictos. De la ambigua e hipócrita posición europea, incapaz de tomar decisiones propias al margen de los egocentristas intereses estadounidenses, que son, sin duda, geoestratégicos y preeminentemente económicos.

Siempre habrá intolerantes e intransigentes que escribirán negras páginas de la historia del desacuerdo. Si algo es tradicional en el ser humano es la guerra, sea por razones religiosas, patrióticas o materiales. Lo que importa es que aprendamos las lecciones históricas. Hagamos pedagogía de la Experiencia. Sabemos que solo el diálogo y la comprensión mutuos, el reconocimiento y respeto al otro, a lo distinto, a la diversidad, pueden hacer florecer un escenario de acuerdo, de amistad y de solidaridad que permita una vida próspera a todos y su adecuación a los anhelos de perfección moral o religiosa que anidan en el corazón de las Personas. ¡Ojalá! (¡Insah Alláh!.