Dentro de un mes se cumplirán setenta y siete años de lo que voy a relatarles y cuando ha transcurrido ya tanto tiempo, tantas décadas, uno no sabe si olvidar o continuar con el recuerdo aunque -en última instancia- siempre opta por esto último para que los hechos no se repitan y para respetar y transmitir la memoria de quienes fueron injustamente tratados por la historia y por sus convecinos. Dentro de todas las atrocidades cometidas durante la Guerra Civil en Euskadi destaca una que acaeció en el pequeño pueblo de Cárcamo en el recóndito valle alavés de Gaubea/Valdegovía y que afectó a una familia entera. Habría hechos similares pero -en este caso- en el mismo día -28 de agosto de 1936- a la misma hora y en idéntico lugar -el pueblo alavés de Armiñón- fueron fusilados María Eguiluz Sopelana -viuda de sesenta y cinco años- junto a sus hijos Adolfo, Cristóbal y Verania Martínez Eguiluz, de 35, 25 y 30 años, respectivamente.
Verania es un nombre de origen eslavo que significa chica valiente y -en ucraniano- quiere decir verdad, demasiado significativo ese nombre para la España fascista que se avecinaba en aquellos tiempos. Verania tenía un hijo natural menor de edad. Yo siempre pasaba camino de mis veraneos infantiles en Espejo -en el viejo Opel Vedette de mi abuelo- delante de La Venta de Cárcamo donde había habitado la familia fusilada y siempre estaba deshabitada con las aspas del molino de viento rotas, detenidas y comidas por la hiedra. Era una casa siniestra y he olvidado ya las respuestas que me darían cuando yo preguntaba por lo siniestro de aquella venta deshabitada. Lo que entonces ignoraba es el terrible final de todos sus habitantes. Y ahora -67 años más tarde- nos enteramos a través del documentado libro de Iñaki Gil Basterra Jurisdicción especial y represión franquista en Álava 1936-1942 que todos los miembros de la familia fueron absueltos excepto los dos varones que fueron condenados a multas de doscientas cincuenta pesetas. Pero la absolución, dictada en Burgos en el año 1941, les llegó tarde porque sus cuerpos llevaban ya más de cuatro años bajo tierra.
Y ahora solamente nos queda una esperanza y es que parece que una nieta de Verania -la hija de su hijo natural menor de edad- vive y se ha acercado en algún momento a las tierras de Valdegovía para intentar rehacer los últimos momentos de sus familiares fusilados. En ese valle, un grupo de gente no desea perder la memoria histórica y estarían encantados de repasar con la nieta de Verania la historia de su familia, publicar las fotos de sus abuela, tíos abuelos y bisabuela y rendir un homenaje póstumo -setenta y siete años más tarde- a una familia que desapareció entera de la noche a la mañana frente a un pelotón de fusilamiento.
Existe un documento sobrecogedor que nos demuestra cómo la justicia llega generalmente demasiado tarde y -en este caso- se trata de las diligencias del Tribunal Regional de Responsabilidades Políticas acerca de la madre asesinada, María Eguiluz Sopelana, viuda de 65 años. El tribunal dice -cuatro años después de su fusilamiento- "que de las pruebas, informes y antecedentes aportados a las diligencias solo aparece justificado que María Eguiluz Sopelana fue acusada de tener ideas izquierdistas y de haber hecho propaganda por el Frente Popular sin que se haya aportado prueba alguna de actos realizados por la misma, ni de la propaganda que se dice realizada, acreditándose en cambio que era persona piadosa que frecuentaba los sacramentos y estaba suscrita con diez pesetas a la suscripción para el culto, cuyo último recibo de 1935 abonó la acusada. Falleció por heridas de arma de fuego el 28 de agosto de 1936". Y ya por último y rizando el rizo de la perversidad judicial histórica el tribunal dice "FALLAMOS: que debemos ABSOLVER y ABSOLVEMOS a la expedientada de la responsabilidad política perseguida en el expediente devolviéndole la libre disposición de sus bienes".
Ya no nos queda más que -además de cagarnos en los asesinos del pelotón de fusilamiento y en la puta madre del presidente del tribunal- intentar recuperar la memoria de la familia asesinada y restaurar su memoria y su honorabilidad; y confiamos que la nieta de Verania lea estas letras y pregunte en el Ayuntamiento de Gaubea/Valdegovía por las gentes que desean conocer la historia de su familia y rehabilitarla para que ningún niño tenga que volver a preguntar por qué aquella venta estaba deshabitada y era tan lóbrega.