ESO y no otra cosa es a día de hoy la crónica política de España. Un inmenso mar de... merde. Una docena de nombres, más bien de apellidos, constituyen el trending topic de cada jornada en los medios digitales, escritos y audio-visuales. Son los actores del gran teatro del esperpento en el que en este momento se ha convertido una parte importante del panorama público del Estado español.
Pero no es solo a los actores a quienes hay que pedir cuentas, pasar por el cedazo del juicio y hacerlo a todos con justicia y por igual, sino que resulta perentorio, para mitigar este estado de pestilencia general, pararse a pensar y actuar sobre los armazones que dan consistencia a este cuerpo teatral. Quizá podamos definir algunos de ellos, aunque evidentemente habrá otros.
1º. Un sistema organizativo del poder judicial que permite que el árbitro supremo de la ley de leyes española (el Tribunal Constitucional) así como otras de las altas instancias del tercer poder del Estado, se divida entre los que deben su nombramiento a una de las facciones en que se articula el bipartidismo estatal y los de la otra, conformando una justicia que lejos de actuar ciega al servicio de la ley, aparece dividida en sendas mitades tuertas, mirando ideológicamente cada una hacia su lado.
2º. Un sistema de acceso al poder basado en la propaganda que, como es notorio, se fundamenta en el eufemismo, cuando no lo es en la pura mendacidad. Sistema que se prolonga en la más etérea irresponsabilidad durante el período de mandato. Alternando el lenguaje críptico con el engaño más elemental. Y así hasta apurar al máximo los cuatro años del período electoral. Será entonces cuando se pongan a trabajar las mejores técnicas de la propaganda y la mercadotecnia como mecanismo de amnesia de todo aquello que a los más poderosos interese hacer olvidar. Y, como Sísifo con la piedra, vuelta a empezar.
3º. Una división de los poderes del Estado que, aparte de las deficiencias derivadas por su modo de acceso (punto 2º) y de su continuado sometimiento al necesario, deficiente, autárquico, dictatorial, y manifiestamente mejorable funcionamiento de los partidos (punto 1º), mantiene extra muros del sistema, para que campe por sus propios desafueros, a los dos más grandes poderes reales en la actualidad: el poder financiero y el poder mediático.
4º. Una nula efectividad en el mantenimiento del secreto de los sumarios, unos paseíllos vejatorios ante los juzgados así como la inexistente asepsia general, necesariamente distante y constructiva en el dejar hacer a los tribunales para que actúen con celeridad y justicia, que más nos acercan a un ajuste de cuentas vindicativo y popular que a las garantías necesarias para que un Estado sea considerado plenamente "de derecho".
5º. Un sistema de financiación de los municipios basado fundamentalmente en la explotación de su propio urbanismo expansivo y en la concesión de licencias de edificación. Sistema que lleva con facilidad hacia terrenos que bordean el mundo del delito con las recalificaciones urbanísticas, la adjudicación de los grandes contratos y la siempre compleja liquidación de las obras y edificaciones públicas.
6º. Una afección y afición al "nomotopos" o lugares de la normativa según afortunada definición de Sloterdijk, por la que cada quisque, cada institución, cada cofradía, cada grupo de presión y cada uno de los poderes ocultos que pululan por ahí, consigue colgar sus leyes, reglamentos y normas del boletín oficial de turno. Y si no consigue hacerlo por las buenas, por la prepotencia o por el engaño, lo hace mediante la correspondiente corrección de errores en un ejemplar posterior del propio boletín. Esta maraña legal constituye sin duda la "selva obscura" a la que Dante llega extraviado, en el comienzo de La Divina Comedia, tras quedar dormido sobre la "senda verdadera", en el momento previo a su despertar infernal.
7º. Una infraestructura necesaria para mantener en plena vitalidad la ética del beneficio y baluarte desde donde surgen las "veladuras que enmascaran la crueldad". Me refiero a algunas escuelas de negocios de las que tan bien dotada y tan buenos rankings mundiales se alcanzan desde España. De ellas salen masterizados casi todos los personajes del escándalo económico, del simple pufo, de los sueldos astronómicos, adjudicatarios de bonus, de planes de pensiones superiores al PIB de un país africano de tamaño medio, artífices de la gestión pro domo sua y de la inefable ingeniería financiera. Aquellos que recientemente han sido definidos como élites extractivas.
Con estos acordes no es de extrañar que cada mañana nos suenen los nombres de Torres, Urdangarin, Rato, Sáenz, Bárcenas, Millet, y un etcétera demasiado largo. Mientras que usted y yo somos un poco más pobres, algo más marginales en la escala humana, más cerca del desahucio de nuestra propia vida. Y eso, si es que aún pertenecemos al mundo de los afortunados que consiguieron no estar en la lista del paro, en el trance del desahucio doméstic, o en la desesperación de aquellos a quienes ya han despojado de todo.
El horizonte se presenta alejado de cualquier esperanza pero la vida es demasiado potente para verse arrasada por la inmundicia. En ese mismo mar contaminado se abren muchas islas. Aunque nadie las publicite y apenas se conozcan. Forman archipiélagos en los que cristalizan y toman cuerpo unos nuevos tiempos, unas gentes renovadas.
Es el momento de tomar conciencia, organizarse y actuar para que cambien los contornos en los que se producen las relaciones humanas y todas las cosas. Es el momento de exigir la gestión correcta de la polis. Hoy es tan necesaria como siempre la gran política. Retomar el discurso del "amaos los unos a los otros" o dicho con otras palabras, de buscar fórmulas que hagan efectivas la libertad, igualdad y fraternidad.