PARECE que África vuelve a estar, una vez más, con la necesidad de intervenciones? españolas. Los países que la invadieron en siglos pasados se sienten en el deber ¿moral? de intervenir para salvarla, una vez más. ¿Es la intervención militar en Malí el único lenguaje que conocemos, o la única expresión de nuestros intereses? ¿Por qué van soldados españoles a Malí? Imaginamos que a causa de la presión francesa. Han llegado ya más de medio centenar de militares, entre profesionales expertos en instrucción militar y legionarios, además de otros tantos militares dedicados a apoyo logístico. Así hay menos posibilidades de que haya cadáveres? "de los nuestros". O quizá no está bien expresado, serán no-europeos los instruidos "de los nuestros", y los posibles muertos en batalla.

Hoy se habla, en las democracias, de la necesidad de soluciones políticas, y no militares, a los conflictos, pero cuando se trata de países africanos no planteamos la importancia de la desmilitarización porque eso nos lleva a sugerir un nuevo orden internacional más justo y más solidario, que es una parte de la justicia. Y ese lenguaje, en nuestras latitudes, es ininteligible. Si yo intervengo con mi cuadrilla armada en los problemas del pueblo vecino, y además lo llamo "Comunidad internacional" e "Intervención humanitaria" -¡vaya nombres!-, voy a tener mayores posibilidades de influir en las alianzas de ese pueblo, que quizá está siendo tentado por ámbitos radicales islamistas, o de China, y más posibilidades para que mis empresas, o las de mis amigos, participen en el negocio del uranio, oro, petróleo, piedras preciosas? ¿Hacen falta muchos análisis para llegar a esta conclusión? ¿Por qué no se realiza una intervención, desmilitarizada por supuesto, en Suiza, que tiene una población rica? ¿O en otros paraísos fiscales? Pero Malí tiene algunas riquezas y su población es muy pobre, con una renta per cápita de mil quinientos dólares por año.

Antes de la colonización, o conquista, por Francia, ya se habían llevado otros países europeos oro y personas esclavizadas. Pero si con la invasión de Malí por Francia aumentó la explotación, tras la independencia creció más todavía, y a fínales del siglo XX dedicó el 25% de su presupuesto a pagar la deuda externa, con lo que se le forzó a tomar medidas desmontando lo poco que tenía de administración del Estado. Y cuando hace un año los tuaregs del norte reivindicaron sus derechos y el presidente quiso negociar, se produjo un golpe de Estado, con un gobierno militar que es el que actualmente se intenta defender con la instrucción de su ejército.

Si algunas fuerzas armadas islamistas han provocado mucho miedo y falta de respeto a los derechos humanos en Malí, las fuerzas del gobierno no pueden decir lo contrario. Y la orientación del gobierno actual no parece favorecer en mayor medida en ese país unas condiciones que mejoren la existencia de la población y que no se agoten sus recursos. Claro que esto tampoco es un motivo para ofenderse, visto lo presente en estas latitudes.

Hay distintas organizaciones que abogan por un cambio de política en la que se desmilitarice el conflicto, y se propugnen políticas de responsabilidad social, reparación del expolio colonial, inversión en el bienestar de la población y sostenibilidad ¡Qué raro! No preguntamos si tienen razón, porque podemos afirmar que la tienen, pero nadie hará caso.

Los planes, al parecer, van en otra dirección. Habrá más instructores europeos, y más soldados para proteger a estos instructores. Se ha previsto que, en julio, España aumente su contribución. Prepararán tropas, tanto del ejército maliense como otras tropas africanas, financiadas por la ONU, para que la sangre derramada no se pueda ver desde Europa.

Se habla de que tal programa de formación, protección y apoyo logístico va a costar a las arcas públicas en torno a catorce millones de euros. Eso no es nada cuando hablamos de unas operaciones militares, pero se mide con otros parámetros si se cuantifica la dotación para la construcción de escuelas y el mantenimiento del profesorado en ese país.

Es cierto que, en gran parte, todo se debe a la pertenencia a esos clubes ricachones de la OTAN y la Unión Europea con los que hay que cumplir, pero no hay más cera que la que arde.