EN el colegio nos obligaban a aprendernos aquellas coplas de Jorge Manrique a la muerte de su padre. Siendo chavales no desentrañábamos la hondura del mensaje. "Recuerde el alma, dormida / avive el seso y despierte / contemplando / como se pasa la vida / como se viene la muerte / tan callando...".

En menos de un mes he visto cómo se cumplían los versos de Manrique en gentes de nuestro paisaje vital inmediato. Agustín Altamira ha sido uno de ellos. Niño de la guerra era poco menos que el penúltimo sabiniano. Reivindicaba la Euzkadi del fundador del PNV frente a la Euskal Herria contrapuesta por la izquierda abertzale. Católico a machamartillo, jelkide, siempre estaba ahí. Tampoco estará Zapa, el original abertzale de la margen izquierda que quiso que sus cenizas se esparcieran bajo la estatua de Sabino Arana. Nacionalista con la fe del carbonero, los vascos éramos lo mejor en todo. Su sobrina Mari Jose se ocupó de cumplir sus últimas voluntades con el fervor que dejan como mandato las gentes con personalidad. La tuvo también Juan Mari Arroitajauregui, tenor de los Chimberos y los Ruiseñores del Norte. Su hija, al morir su aita, me llamó para darme la triste noticia. Juan Mari, a diferencia de casi el cien por cien de nuestros mayores, escribió un cuaderno de memorias con sus viajes por América, sus éxitos, su paso por la guerra como gudari y como represaliado en el batallón de trabajadores, sus cantos en la Coral y su actividad en la ABAO. También la vivencia que me contó de cómo mi aita y Emilio Barroeta salvaron la vida de unos falangistas que iban ser linchados por la turba tras un bombardeo en Bilbao. Eran gentes que lo habían vivido todo, pero que siempre estaban ahí. Como Fleya Ugalde, quien a sus 54 años y en plena actividad también nos ha dicho adiós. Me llamó Iñaki Atxutegi, compañero de Fleya en ETB: "Iñaki, Fleya se muere. ¿Quieres ir a su casa, a despedirle?". Y fui con él uno de esos días de agua, nieve y viento. Allí estaba, cuidada con mimo por su ama y familiares, entera, sonriente, con sus pómulos algo más marcados y ofreciendo un vermut y unas aceitunas, como si nada pasara. Hablamos de los tiempos en los que se presentó a la sede del PNV en Marqués del Puerto para trabajar en las elecciones municipales de 1979 y de cómo a raíz de eso quedó encargada de hacer las entrevistas de aquel Euzkadi tan sin medios. Buenas entrevistas que quedan impresas en papel y que ella cuidaba al detalle. Hablamos y nos despedimos como si tal cosa. A los cuatro días fallecía dejando todo atado, hasta el menor detalle. Una gran pérdida. Como la de Antón Madariaga, hombre de carácter al frente de la Cámara de Comercio y del Ayuntamiento de Plentzia. Y en otra onda, Luis Martínez Noval, portavoz del PSOE en el Congreso a quien Aznar ninguneó para darme todos los palos a mí en 2000.

Y Juan Pardo, hijo de Juan Bautista Pardo, quien fuera el primer presidente del Tribunal Superior de Justicia del País Vasco. Con 56 años y un inmenso trabajo hecho y por hacer, se nos fue la semana pasada. Ojalá su gran obra, la Asociación que recuerda la Batalla de Matxitxako, continúe en el tiempo.

El Árbol de Gernika fue una de las obras del corresponsal del Times, George L. Steer, que llegó a Bilbao en plena guerra y se enamoró de nuestro pueblo. Su denuncia del bombardeo de Gernika, su comprensión de la lucha de los vascos, las descripciones que hizo de Leizaola, Aguirre, Rezola y del sencillo gudari, son antológicas, así como la de aquella batalla naval entre David y Goliat más conocida como la Batalla de Matxitxako y que, gracias a él, a José María Gamboa y Jean Claude Larronde desde el Instituto Bidasoa, pero sobre todo en su continuidad con Juan Pardo, no va a ser una nota al pie de una página perdida sino que tiene el grosor de todo un volumen con fotografías, datos, singladuras, esloras, tripulaciones, efectivos y currículums marineros minuciosos que quedan ahí como gran aporte a la historia de la Marina Auxiliar de Guerra. No sé de nadie que se haya dedicado con tanta profesionalidad, tanta dedicación y tanto empeño en no permitir que esa gesta quedara hundida en el Golfo de Bizkaia como el Bou Nabarra. Y no solo eso. Cada año, desde 1992 organizaba el acto que recordaba la batalla, recogía a los supervivientes, que cada año eran menos; alentaba a sus familias, traía a los guipuzcoanos de Pasaia y otros lugares a Bermeo o a San Juan de Gaztelugatxe, organizaba el viaje y la comida, sacaba las fotos y las repartía, invitaba a las autoridades y llamaba a los medios. Era el alma, el motor y la pasión de una bandera que él se negaba a arriar frente a la sempiterna indiferencia vasca que jamás se ha tomado en serio estos recuerdos, al contrario de lo que hacen los países serios. Un premio hormiga se merecen gentes tan entregadas a los demás.

La última colaboración que tuve con Juan fue encontrar y enviarle la fotografía del bermeano Pedro de Loyola, quien fuera comandante circunstancial del destructor José Luis Díez, aquel navío republicano al que llamaban Pepe el de la guitarra, pues en plena guerra sus marineros tocaban este instrumento en lugar de que sus cañones funcionaran.

El siguiente correo fue este: "La quimioterapia no ha funcionado. Mañana me dan el alta mientras mi organismo aguante. No me queda mucho tiempo. El acto de Matxitxako este año lo vamos a celebrar el 3 de marzo en Pasaia porque van a bautizar una plaza con el nombre del Bou Nabarra". Y hace un mes se despedía: "La vida es como es y así he decidido tomarla. Y la muerte es parte de la vida. No la temo, solo quiero retrasarla lo más posible y mientras, aprovechar al máximo el tiempo con los míos. Seguiré haciendo cosas mientras las fuerzas lo permitan. Ahora mismo estoy trabajando en la ampliación de la página web de la Marina Vasca, metiendo nuevos contenidos y materiales. Al acto del homenaje no sé si podré ir, aunque si tengo fuerzas y aunque sea en silla de ruedas, lo intentaré".

Ese día no pudo acudir. Previamente, cuatro amigos fuimos a visitarle a su casa donde su familia nos atendió exquisitamente. Postrado en la cama, era medio Juan Pardo. Con un hilo de voz nos dijo que estudiaba marinas de guerra de naciones sin Estado, así como la marina que habían tenido los carlistas. En la cabecera de su cama no había frascos ni tubos, sino libros y un ordenador. Salimos impresionados de su fortaleza. El acto posterior en Pasaia fue muy emotivo. Lo cerró el presidente de la Asociación que curiosamente es hijo de un primo de mi aitona, Javier Olabeaga, que estuvo en el Nabarra.

En marzo de 1978, en Bermeo, se homenajeó por parte del PNV a Los Gudaris del Mar. Quedaban todavía numerosos supervivientes de aquella batalla, entre ellos siete marineros del Bou Nabarra. Hoy queda uno. Previamente, D. Manuel de Irujo y el presidente del BBB, Antón Ormaza, inauguraron un monumento frente a Aketxe en la carretera entre Bermeo y Bakio con la frase de Walsingham "Por la rudeza de su corazón, prefirieron morir antes que rendirse". Por la tarde, en el frontón, Irujo, Arzalluz, Garaikoetxea y quien esto escribe, en un frontón que era una caldera hirviendo, resaltamos aquella gesta silenciada y hasta entonces nunca reconocida. Yo recordé algo que había escrito Steer y que a mí me había impresionado:

"Hacia las cinco bajaron un bote del Nabarra que, a remo, llegó penosamente hasta el Donostia. Conforme se iban aproximando, los del Donostia vieron que todos sus tripulantes estaban heridos y los remos llenos de sangre. Se imaginaron que habían abandonado el barco al ver que las llamas se extendían más y más. Al llegar al costado, el capitán del Donostia les gritó: Suban rápido a cubierta y los llevaremos a Bermeo, y les lanzó una escalera de cuerda. No, no -respondieron aquellos hombres ensangrentados-, tenemos que volver inmediatamente. Necesitamos baldes para apagar el incendio y vendas, pues se nos han terminado. Dennos lo que tengan y después sigan el consejo de nuestro oficial: déjennos y pónganse a salvo. Nosotros vamos a terminar este partido de pelota". Casi lo mismo que planteó Juan Pardo. Quería terminar su partido de pelota investigativo. Y casi lo logra. Uno de esos sabios dijo: "No vivas para que tu presencia se note, sino para que tu ausencia se sienta".

Y la ausencia de Juan la van a sentir no solo su familia y amigos, sino ese entorno de las buenas gentes de Matxitxako Elkartea que veían en Juan a un hombre empeñado en que la historia de nuestros mayores no se desvanezca en el Golfo de Bizkaia.