Piscinazos
Desconozco si formará parte de la leyenda, pero la limpieza en las actitudes de los jugadores de fútbol de la Liga inglesa está fuertemente basada en las sanciones. Mientras los equipos de la Premier Leagueaplican correctivos a sus jugadores por los llamados "piscinazos", en España es posible que hasta te hagas con un penalti a favor. Los ingleses tienen claro que un criterio sancionador ayuda a evitar engaños porque las dobles actitudes de los jugadores en el campo perjudican la imagen del club. El affaire Bárcenas nos ha dejado un buen repertorio de bramidos sobre la descomposición de la clase política pero poco escuchamos sobre los vasos comunicantes que conectan la sociedad civil a las élites. Son días en los que hemos visto como los pactos se resuelven entre caballeros, sobre en mano y contabilidad sin declarar, como si en el fondo nos resultara indiferente la causa y sí nos importara el resultado. Y con un vistazo apasionado nos resistimos a resolver a la recíproca si nuestros huesos también están para esto sobradamente preparados. La cúpula del PP no es una manada de marcianos aterrizada en una sociedad irreprochable sino que ellos mismos han salido de esta masa que ahora regurgita a partes iguales indignación y pasmo. Es posible que la famosa cúpula haya acudido a mejores colegios pero que se crean distintos solo significa que flotan como las amebas en una casta de privilegiados y que su corrupción no es ajena a la caterva social porque para que haya corruptos a gran escala debe existir la misma proporción de corruptibles, es decir, un terreno bien abonado.
El problema no tiene un origen político sino cultural, como un juego de espejos donde la única diferencia es la cantidad frente al mismo principio: la evasión fiscal. Y mientras algunos juegan con ese reglamento en primera regional otros lo hacen en la Champion, allí donde lo mismo los ministros de Hacienda ayudan a sus amigos a blanquear, que trinca el yerno del rey, porque hasta los duques, que pueden ser duques pero no marcianos, roban y cobran en B.
Y como los piscinazos, que se elevan al cubo mientras no hay sanciones, los perpetradores conocen qué cantidades pueden evadir para no cometer un delito y hasta cuándo y en qué plazos prescribe el mismo. No hay corruptibles porque hay corrompedores sino todo lo contrario, la existencia del corrompedor se antoja imposible sin material susceptible de corromper. No se puede extender un sobre sin tener meridianamente clara la disposición de su receptor a aceptarlo y, en medio, el germen de un estructural vacío educacional bajo esa máxima tan cotidiana como paliativa: "si él lo hace, yo también". Y así nos va, porque en la medida en que es posible el "piscinazo" y, digámoslo, es muy posible, el hecho aflora.