Recientemente he escuchado un debate en una cadena de televisión en el que el tema era el viaje de la Merkel a España. El conductor del programa previamente aportó la necesaria dosis de patriotismo español que sirvió para enardecer el de los asistentes en el plató. Uno de los contertulios se mostró ofendido porque le parecía que el viaje era inmiscuirse una extranjera en las cuentas de su patria, que era un atentado a la soberanía de España y que le parecía intolerable. Con el tono mitinero con que se expresaba, la audiencia presente se enardeció y el patriótico caballerete mostró su indisimulada satisfacción.

A mí estos ramalazos de defensa de nuestra soberanía ante una situación de dignidad parecida al sainete de Don Rodrigo en la Horca me ponen en alerta, pues la canciller alemana es la que ha aportado los cien mil millones de euros del primer rescate a España y los próximos trescientos mil que parece que importará el segundo. Por ello, me parece que debería ser como para aceptar benévolamente que quiera saber a quién auxilia y si el receptor será capaz de devolverle esas minucias.

Para que esté tranquilo el defensor de la patria y no tener que ceder soberanía hay una solución elemental: no pida usted rescates y procure tener una economía que no los necesite, así podrá mantener su dignidad como Estado e incluso que pueda usted rescatar a pueblos hundidos en la miseria y aproveche para preservarles su soberanía sin hacerle visitas inoportunas.

Le recuerdo que cuando pida un préstamo a su banco tendrá que aportar documentación ad nauseam, que quizá ni así se lo concedan y que Hacienda conoce sus datos mejor que usted y, a pesar de todo, no se siente agredido en su soberanía y no se queje de ello. Si quiere conservar la soberanía y dignidad de su país vote a políticos honestos que no sean corruptos, que digan la verdad y que pidan responsabilidades a los gestores de las finanzas e investiguen y denuncien las conductas indignas de los banqueros, quienes, esos sí, son los causantes de la pérdida de su soberanía y de que tengan que venir los hombres de negro a revisar las sacrosantas cuentas que usted celosamente quiere preservar con dignidad.