LAS recientes elecciones municipales celebradas en Sicilia y algunas ciudades italianas han tenido un interés particular dado que eran los primeros comicios después de la sustitución de Berlusconi por el gobierno técnico de "los profesores". Los resultados sorprenden a la clase política y reflejan la acelerada descomposición del actual sistema partitocrático italiano, en especial el declive de las fuerzas que desde inicios de la década de los 90 sostuvieron el berlusconismo. Voy a centrarme en el análisis de las elecciones en Palermo, la capital siciliana, que algunos consideran paradigmática: suele decirse que en la política italiana lo que sucede en Sicilia anticipa lo que luego ocurrirá en la península.
En la fascinante ciudad mediterránea, Leoluca Orlando, representante de la denominada primavera de Palermo, ha sido elegido alcalde por abrumadora mayoria: un 43 % en la primera vuelta y un 72 % en la segunda, enfrentado sorprendentemente en el ballotaggio final al representante del PD (Partido Democrático), heredero del antiguo Partido Comunista Italiano. Orlando ya había sido alcalde 15 años durante la década de los 80 y 90. Dado que la nueva ley electoral exigía una segunda votación entre los dos candidatos más votados si ninguno había obtenido la mayoría absoluta en la primera elección, quienes la disputaron representaban sorprendentemente al mismo espacio político de centro-izquierda. Y es que ninguno de los candidatos de centro-derecha, en el poder durante los dos últimos mandatos, consiguió clasificarse. Ese espacio político apareció muy fragmentado entre varias lístas y candidatos. Orlando, que había entrado inesperadamente en campaña a última hora, cuando Rita Borselino, hermana del magistrado asesinado por la mafia, perdió las primarias del PD, derrotó abrumadoramente a todos sus adversarios, incluido Ferrandelli, segundo en la primera vuelta.
Parece evidente que el contundente resultado obtenido por Orlando refleja una voluntad de cambio generalizada. Los diez años de Camarata, el anterior alcalde, habían sumido a la ciudad en una situación de estancamiento y degradación. Pero la elección de Orlando debe interpretarse también como un voto en favor de lo conocido. De hecho, su lema de campaña fue Il sindaco lo sá fare (sabe ser alcalde).
Una particularidad de estas elecciones ha sido que, como consecuencia de la nueva ley electoral inspirada en el modelo francés, quien obtiene la alcaldía obtiene el 60 % de los concejales: en este caso, 30 ediles sobre un total de 50. Así, la mayoría que respaldará a Orlando en el Ayuntamiento será de un 60 %, aunque su partido IdV (Italia dei Valori) liderado por el exmagistrado Di Pietro e integrado en el Parlamento Europeo en el Grupo de la Alianza de los Demócratas y Liberales, a pesar de ser el más votado no alcanzará a recoger sino el 10 % de los votos. Resulta muy significativo que las fuerzas más votadas, los grandes partidos, obtengan porcentajes tan exiguos de apoyo: 10 % IdV, 8 % PdL (Berlusconi) o 7 % PD (principal partido de oposición). Otras seis fuerzas superaron la barrera del 5 %, pero solo contarán con tres o dos representantes municipales. Precisamente, la fragmentación partidista es otra de las características más notables de estas elecciones ya que nueve fuerzas contarán con representación en la asamblea municipal.
En lo que se refiere al panorama político italiano, a diferencia de Sicilia donde se votaba en todos los municipios superiores a 15 mil habitantes, solo en algunas ciudades peninsulares se celebraron elecciones. En general, sobre el panorama italiano puede decirse que la Lega, asentada en el Norte, se ha hundido arrastrada por el escándalo que ha acabado con su líder Bossi, implicado en una cadena de favores en favor de su familia a cuenta de las arcas del partido. También el partido de Berlusconi ha sido ampliamente derrotado, perdiendo numerosas alcaldías. Aunque hay un ligero repunte del centro-izquierda (Génova) favorable al PD, este parece insuficiente. Al igual que en Sicilia, los electores italianos han expresado su decreciente apoyo por los partidos dominantes, reflejo de su rechazo a la maraña partitocrática que conforma lo que popularmente se denomina la Casta.
En Italia y en muchos otros lugares crece la percepción de que la política se ha convertido en un sistema de privilegios para procurar que unos pocos vivan y se enriquezcan a cuenta de los que pagan impuestos. Pero aunque con la crisis se ha rechazado el sistema de partidos dominante durante el berlusconismo, aún no se conoce cuál será el futuro recambio. El éxito de la antipolítica, movimiento que anima el actor Peppe Grillo, tampoco ha sido clamoroso. Su logro más notable ha sido hacerse con la alcaldía de Parma. Sin embargo, en Palermo no superó la barrera del 5 %, quedando sin representación institucional.
El hecho de que el actual Gobierno italiano y sus políticas no estén sujetas al escrutinio popular es una anomalía democrática que, según parece, se prolongará en el tiempo. En estas elecciones, los partidos políticos italianos han demostrado carecer del respaldo popular suficiente como para poder demandar su vuelta al gobierno. El partido más votado en Palermo, IdV (Italia dei Valori), es el mismo que hace un año se impuso en Nápoles, la gran ciudad más próxima geográfica y culturalmente a la capital siciliana. Ambas formaron durante siglos parte del Reino de las Dos Sicilias (antes del Reino de Nápoles y de Sicilia). Desde esa perspectiva, el éxito entre el electorado del sur de un partido joven como IdV (Italia de los Valores) que abandera la bandera de la anticorrupción y de la lucha contra la mafia y la camorra resulta significativo. Por su parte, el centro-derecha está tratando de aglutinarse en ese mismo espacio geográfico, a la manera en que en el norte de Italia lo hizo la Lega. Aunque la federalización de Italia, el viejo proyecto leguista, parece haberse difuminado tras la debacle electoral del partido de Bossi, no debiera descartarse que recobre un nuevo impulso de la mano de otras fuerzas. Iniciativas como Grande Sud o el MpA (Movimiento por la Autonomía) tratan de desarrollar estrategias territoriales que abarquen el conjunto del Mezzogiorno. Sin duda, la recomposición del mapa político es un proceso en marcha, aunque como es habitual en el teatro italiano su desenlace resulta una incógnita.
La crisis que azota Italia también golpea a otros países europeos, en especial en el área mediterránea, donde la corrupción y la mala gestión, los gobiernos sostenidos en el crédito y las deudas dejan una terrible herencia. La especulación, la golfería, el descontrol y la inoperancia de las instituciones encargadas de supervisar la gobernanza han arrastrado a las democracias latinas a una situación muy delicada y, lo que es peor, han dado paso a una perspectiva de futuro muy oscura, en particular para su juventud. Durante décadas el sistema de poder ha sido capaz de ningunear el pensamiento crítico. Mayoritariamente, los medios de comunicación han abandonado su función de dar voz a los ciudadanos y se han plegado a los intereses de las corporaciones que manejan la partitocracia. Ahora, aunque tímidamente, parece que el electorado italiano ha dado inicio a una labor de depuración de las fuerzas políticas que, por activa y por pasiva, han promovido el actual desastre.
Los resultados de Palermo son también, en ese sentido, esperanzadores. El relanzamiento de la fascinante capital siciliana es un deseo abrumadoramente compartido por sus ciudadanos. Que se haya ofrecido la alcaldía a un dirigente de una fuerza política alejada de la mafia también es otro dato sugerente. Aunque el tradicional excepticismo siciliano invita a moderar las perspectivas de cambio, el retorno de Orlando a la alcaldía de Palermo, aupado en un apoyo masivo, es una oportunidad que no debiera desaprovecharse. En Bilbao sabemos bien qué es una ciudad en situación de degradación. Aún tenemos memoria de los tremendos años que nos tocó vivir desde finales de los 70 y durante la década posterior. Pero, afortunadamente, también conocemos lo que significa una recuperación de la ciudad. El Ayuntamiento de Bilbao, desde una perspectiva de integración europea, podría proporcionar a Palermo una ayuda singular orientando sobre fórmulas para mejorar la gestión y superar una situación de declive. Quien conozca Palermo también sabe que es mucho lo que de allí puede recibirse tanto en calidad humana como en patrimonio artístico-cultural. Desplegar una línea de desarrollo y solidaridad hacia el Mediterráneo, vinculándolo con la fachada atlántica, sería una gran decisión estratégica. Un nuevo paso adelante para el desarrollo de Bilbao y de Euskadi.