COMO todos los niños, leí el cuento Blancanieves, de los hermanos Grimm, en el que se narra que la reina madrasta de una jovencita tenía un espejo colgado de la pared, al cual preguntaba diariamente: "Espejito, espejito, ¿quién es la mujer más bella?". Y el espejo le contestaba: "Tú eres la más hermosa". Así fue hasta que Blancanieves creció y se hizo muy guapa. Entonces, el espejo, que no sabía mentir, respondió a la diaria cuestión: "Majestad, aquí, en palacio, eres la más bella; pero Blancanieves es la más bella de todas las mujeres del reino".
En esa época no se acusaba de desestabilizador a un espejo por decir la verdad. Por eso, la reina, en vez de emprenderla contra el espejo, intentó varias veces asesinar a la joven Blancanieves. Fracasó, pues la niña estaba protegida por los siete enanos de las siete montañas. La muchacha se casó con un hijo del rey y se celebraron con fasto las bodas, a las cuales fue invitada, también, la envidiosa madrasta. Esta, como castigo de su maldad, tuvo que ponerse unos zapatos de hierro calentados al rojo vivo en la chimenea del castillo y obligada a bailar durante toda la noche hasta que cayó definitivamente.
La moraleja del cuento es que uno no debe tener espejos veraces, si no admite la realidad aun cuando duela. La grandeza de un ser humano -así lo pensaban los hermanos Grimm- se mide por la disposición a asumir la realidad.
Seguramente, en este contexto, Doña Esperanza Aguirre, presidenta de la Comunidad de Madrid, se ha mirado al espejo y este le ha dicho que en Madrid no hay nadie más bella que ella pero que en el Estado español existe Blanca Nieves y en el Congreso y en el Senado trabajan enanitos que están dispuestos a luchar para seguir viviendo en la casa del bosque. Y quizás por esto la buena señora se ha visto desbordada por la realidad y se ha preguntado para qué quiere ella un parlamento que le controle cuando con su espejito hace y deshace. Ante esta evidencia, ni corta ni perezosa, ha decidido reducir de 129 a 65 los diputados regionales madrileños.
Hace algunas semanas, el actual alcalde de Getafe, Juan Soler, hizo una propuesta en la que señalaba que, en tiempos de crisis, los madrileños estarían igual de representados en su Parlamento si se reducía drásticamente el número de diputados. Ahora, con la crisis en su máximo esplendor, ya ha llegado el momento.
La Asamblea de Madrid tuvo en su primera legislatura en el año 1983 un total de 94 diputados (51 del PSOE, 34 de AP-PDP-UL y 9 del Partido Comunista). Pero el Estatuto de Autonomía señala que los diputados van aumentando en función de la población. En las últimas legislaturas el crecimiento de parlamentarios ha sido muy importante, similar al de la población de la región, pasando a tener en la actualidad 129 representantes.
La poda que doña Esperanza plantea la hace porque lo primero que le ha dicho el espejito es que ella tiene su identidad española bien representada en las Cortes Generales (Congreso, Senado) y que no le hacen falta competencias en Educación, que solo le da disgustos, en Justicia y en Sanidad y ante eso ya ha planteado devolverlas a la administración central. Y tiene razón.
Al principio de la transición no había en Madrid la menor demanda autonómica. Madrid no solo era España sino la quintaesencia de lo español. Ministerios, museos, aeropuerto radial, centro de la administración, funcionarios, embajadas, Moncloa, Zarzuela y el Real Madrid. ¿Para qué más? La respuesta nos la dio el exministro de Defensa y expresidente de Castilla La Mancha, Don José Bono, cuando en Madrid me presentó en la librería Blanquerna el libro Extraños en Madrid. Dijo Bono: "El café para todos fue una salida pero no una solución. Se llegó a esa salida porque cuando acabó la dictadura el Ejército no estaba dispuesto a que la Constitución reconociera el derecho al autogobierno del País Vasco y de Cataluña. Para evitar una posible sublevación, se les dijo a los militares que lo mismo que se le iba a reconocer a vascos y catalanes se reconocería también al resto mediante la formación de distintas comunidades autónomas. El café para todos fue el invento de los estrategas del momento pero favoreció a otras regiones que como Castilla-La Mancha pudieron superar un bache histórico insuperable y modernizarse razonablemente. El que todas las comunidades autónomas tengan el mismo techo competencial probablemente no fue una solución porque lo diferente no es lo desigual. Lo contrario de desigualdad es igualdad pero no diferencia".
¿Está claro?
Lo inquietante es que a esto de la desaparición del parlamento madrileño se une un cierto clamor de la derecha y ultraderecha hispanas diciendo que la supresión de los 17 parlamentos autonómicos podría ahorrar al erario público 383,8 millones de euros. La asamblea madrileña tiene un coste anual de 30 millones de euros. Ese presupuesto no es tan elevado, sin embargo, como el del parlamento andaluz que, con veinte diputados menos que el madrileño, gasta 46,7 millones de euros al año, de los que 18 millones se van en pagar nóminas. Catalunya lidera el ranking de gasto, con un presupuesto de 59,3 millones de euros y sus 135 diputados (Madrid gasta la mitad con solo seis diputados autonómicos menos). El debate, pues, está servido.
Fíjense que todo el presupuesto del Senado no llega al fichaje de Cristiano Ronaldo pero ya se sabe que es mejor gastar en fútbol que en democracia. Ante esto, yo estoy de acuerdo con Doña Esperanza en que desaparezcan los parlamentos regionales, pero catorce de ellos. Galicia, Euzkadi y Catalunya que conserven los suyos y aumenten sus competencias. El resto podría funcionar magníficamente con unas diputaciones crecidas en competencias y asociadas en mancomunidad algunas de ellas. Ese fue el primer diseño. Felipe González le dijo en su día a Xabier Arzalluz: "Andalucía no tiene sentido de identidad. Andalucía es lo español y Córdoba y Cádiz no pueden ver a Sevilla. Lo mejor allí es hacer una Mancomunidad de Diputaciones y se acabó la demanda". Pero vino la debilidad de aquella UCD y el PSOE, por mero sentido partidista, decidió que Andalucía tenía que ser una comunidad histórica y se homogeneizó el proceso.
¿Y por qué no hablo de Navarra? Pues muy sencillo. Dentro de esta reforma, UPyD acaba de proponer la fusión de Navarra con La Rioja y Aragón, y la han bautizado como la Ebro Región. Como no podía ser de otra manera, eliminan de un plumazo cualquier posibilidad de una Unión Comunidad Foral Navarra-Comunidad Autónoma Vasca que sí se contempla en la Constitución. De hecho ya se han cargado Caja Navarra (que por cierto la fundó Don Manuel de Irujo). El antivasquismo de UPN les lleva a esto y ni se inmutan.
Pero, mira por dónde, yo también estoy de acuerdo con Doña Rosa Díez en su idea de reorganizar territorialmente este Estado... aunque no con su criterio de la Ebro-Región. Yo sumaría la Comunidad Autónoma Vasca con Navarra, con Trebiñu y con Villaverde de Trucíos y le echaría un ojo a La Rioja. Ya ven. Seis en una. Y no hablo nada de Iparralde pues esa unión tiene que venir en cuanto los estados europeos cedan soberanía a una Unión como Dios manda.
De todas formas, señoras y señores, esto no ha hecho más que empezar. Y no solo aquí. Varios políticos británicos lanzaron el martes una campaña para mantener Escocia dentro del Reino Unido, a dos años del referéndum de 2014 sobre la independencia de Gran Bretaña. La campaña, llamada Better together (mejor juntos) y liderada por el exministro de Finanzas laborista británico Alistair Darling pretende convencer a los escoceses de que les espera un incierto futuro si se separan del Reino Unido. Hace un mes, Alex Salmond, el primer ministro escocés lanzó la campaña Yes Scotland, a favor de la independencia. Y esta es la madre del cordero.
Aquí, de forma más burda, menos sutil y siempre amenazante, Vidal Quadras, Ortega Lara y Santiago Abascal piden a Rajoy la "reconversión del Estado". Según los promotores de esta carta es evidente que sin esto "no se resolverán los muy graves problemas que tiene España" problemas que, añaden, "se agudizarán en el inmediato futuro por la ofensiva soberanista que ya se plantea en el País Vasco y en Cataluña". Este es el panorama. Bonito por cierto. De ahí que habrá que darle la razón a Doña Esperanza. Pero que queden los tres Parlamentos Nacionales de Galicia, Euzkadi y Catalunya. Y luego, ya veremos. El debate está servido.