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Erdi Aroa

Echo la vista atrás y veo a unos chiquillos con cacerolas en la cabeza, alguna tapa a la espalda, unos palos en las manos y la imaginación desbordada. Algunos defendían un montículo, otros lo atacaban y se sucedían los gritos, los golpes de madera contra madera e incluso alguno contra alguna cacerola, lo cual despertaba el ardor de aquellos ilusionados guerreros ávidos de emular grandes hazañas medievales.

En la mayoría de las ocasiones los adultos no tomamos en serio los juegos de los niños pero hace poco descubrí una actividad que, bien mirado, no es más que una prolongación de nuestras aventuras infantiles pero llevada más al extremo. Es un festival que se celebra hacia mediados del verano, llamado Rusborg, en el que toman parte todos aquellos aficionados a la reconstrucción histórica de la Rusia de los siglos IX a XI. Los participantes se dividen en dos bandos, uno de ellos defiende un pequeño fortín mientras que el otro lo ha de atacar y, por supuesto, tratar de conquistarlo. Lo llamativo de este festival es que todo, y cuando digo todo es "todo", lo que se usa en esta especie de complejo juego está construido y fabricado con los mismos materiales y de la misma manera que antaño solían hacerlo: vestidos, espadas, flechas, escudos, comida, camas, tiendas etc., están fabricadas como en la Edad Media rusa. Por otra parte, además de las batallas, en dicho encuentro toman parte artesanos y músicos venidos de toda Rusia y la gente vive, respira y trata de experimentar las sensaciones que sus antepasados tuvieron hace ya 11 siglos. "Aquí puedes sentir el pasado, tocarlo e incluso probarlo", dice Yakov Vnukov, uno de los organizadores del evento.

Creo que las sensaciones que la gente vive ahí tienen que ser fascinantes porque hay una tendencia dentro de todo ser humano a admirar a los que antes que él se enfrentaron a la vida y a su destino. Y hablando de destinos, hoy que viajamos tanto físicamente para descansar nuestra mente, volar con ella 1000 años atrás ¿no sería una manera de conseguir lo mismo? Desde luego, trayecto no falta.