lA economía mundial respira un poco mejor... hasta el próximo achaque, que no se sabe cuándo llegará, pero sí que llegará, más tarde o temprano. La intervención del Banco Central Europeo (BCE) en forma de compra de deuda de España e Italia -las dos economías colocadas en la diana de los especuladores en los últimos tiempos- ha calmado notablemente las urgencias de ambos países. Sus respectivas primas de riesgo se han reducido casi cien puntos y las líneas rojas vuelven a quedar a una distancia prudencial. En el caso español, por ejemplo, el interés a pagar a los compradores de bonos ha regresado a niveles que no se registraban desde marzo. La operación del BCE, en cambio, no ha influido de la misma manera en los mercados bursátiles, que ayer cerraron con pérdidas generalizadas en todo el mundo. Pese a que el comportamiento de las Bolsas parece no agradecer el paso del organismo mundial, Trichet y el resto de implicados en la decisión pueden estar razonablemente satisfechos de lo hecho. Las instituciones supraestatales deben intervenir cuando las circunstancias excepcionales así lo exijan; y la preocupación y la desorientación actuales lo exigían a gritos. Aunque desgraciadamente hoy en día sea noticia que un organismo internacional actúe a tiempo, el BCE lo ha hecho. El problema es que su margen de maniobra es relativo. En términos llanos, la intervención del Banco Central Europeo podría compararse con la situación de un paciente con una enfermedad grave. Los médicos pueden y deben recetarle medicamentos para mitigar los síntomas de la enfermedad (fiebre, dolor de cabeza...), pero solo conseguirán sanarle de verdad si actúan sobre el problema y logran extirpar el mal del enfermo. El BCE ha conseguido bajar la fiebre del sistema, pero la debilidad crónica y su irrecuperable fatiga aconsejan actuar directamente en el corazón del mismo. Cambiar estructuras que llevan décadas funcionando de una determinada manera -y generando ingentes cantidades de dinero a algunos- es algo que requiere tiempo y convicción. Lo primero, hay; lo segundo, es más dudoso. Alguien deberá modificar la estructura de la economía para atajar el problema de raíz, para dotarla de un nuevo orden. Algún día deberá dejar de ser normal, por ejemplo, que se gane más especulando que trabajando. El actual modelo parece agotado. Los informes de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) reflejan una preocupante desaceleración de las economías tractoras del mundo. La anhelada recuperación prevista para finales de este año deberá esperar, como mínimo, al siguiente. Mientras, la policía detuvo ayer en Salamanca a tres jóvenes de entre 21 y 24 años por sembrar unas cuantas entidades bancarias con la pintada: "Beneficios 12.700 millones de euros. Desahucios de 500.000".