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La pócima

LA pócima mágica vuelve a circular ahora que se acerca otra batalla electoral. La marmita está llena de los ingredientes de siempre, que pueden ser diez, como los mandamientos, pero que se resumen en dos: nosotros somos transversales, los otros son excluyentes. La receta vale para las elecciones generales, las autonómicas, las forales, las municipales y, también, según parece, para las de un club de fútbol. Y cansa. Puede que dé votos, pero cansa. Leyendo ayer una entrevista en un medio de comunicación muy dado a alimentar esta eterna cantinela, uno no sabía si las respuestas correspondían al aspirante a dirigir un club deportivo o a un pretendiente cualquiera al sillón de Ajuria Enea. En la misma acusación más o menos velada de partidismo lanzada contra el otro, iba implícita la toma de partido por un bando: el de los campeones de la pócima mágica. En el aire queda la duda de si es una estrategia premeditada del candidato o, simplemente, ha caído en la trampa para elefantes puesta por los creadores de opinión que no sabrían vivir fuera de la estrecha pecera del maniqueísmo al que quieren reducir a este país entre supuestos etnicistas excluyentes y magníficos aperturistas al mundo. En la carrera a Ajuria Enea también compitió uno de estos magníficos aperturistas al mundo: Patxi López. Al día siguiente de las elecciones, cuando se le pasó el efecto de la pócima, pactó con el PP y se puso a ejercer de perfecto nacionalista español. El país sigue pagando hoy su resaca.