LAS cajas de ahorro vascas afrontan a partir de hoy una semana trascendental para su futuro, lo que equivale a decir de gran parte del tejido financiero, industrial, empresarial y social vasco. Además de la esperada aprobación por parte de la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) del folleto de salida a bolsa de Banca Cívica, donde Caja Navarra (CAN) ha volcado todos sus activos, las entidades de la comunidad autónoma vasca -BBK, Kutxa y Vital- celebrarán, previsiblemente el jueves, sus consejos de administración. Unas reuniones en las que a priori se preveía que se despejara de forma definitiva el protocolo de fusión preacordado por las tres cajas y que contaba con un amplio consenso social y político. En las últimas semanas, sin embargo, el ambiente se ha enrarecido de forma notable y aunque no amenaza de momento con dar al traste con el proceso mismo de integración de las cajas en un futuro banco, sí que ha levantado reticencias y elevado tensiones de forma a todas luces innecesaria. No es este, desde luego, el mejor clima para abordar un proceso como el que están iniciando las cajas vascas, que debe concluir con la creación de una entidad financiera fuerte, con garantías de solvencia y que resultará clave para instituciones, empresas y ciudadanos en un momento vital para afrontar una salida de la grave crisis económica que padece nuestro país. Las últimas elecciones municipales y forales han supuesto, tal y como se viene analizando desde el mismo día de los comicios, un importante cambio institucional, sobre todo en el territorio de Gipuzkoa, que invita a pensar en un cambio de ciclo político. Una realidad que no parecía estar contemplada, al menos con la contundencia que ha dejado el mapa institucional, en el proceso de negociaciones de cara a la fusión. La irrupción de Bildu y su innegable poder tras las tomas de posesión de la alcaldía de Donostia y de la Diputación Foral de Gipuzkoa han hecho temer, no sin razones objetivas, por el modelo de fusión de las cajas y por el proceso mismo. Una cuestión que la propia coalición no ha aclarado aún, más allá de su declarado rechazo -o no apoyo- a la constitución de un banco al final del proceso, añadiendo grandes dosis de incertidumbre a la propia operación. En los últimos días, además, el conocimiento del informe de los expertos externos sobre la valoración de los activos de cada caja y sobre la participación estimada de cada una de las entidades en el futuro banco resultante de la fusión ha levantado alguna ampolla territorial que parecía ya superada. Así, el PP de Araba se ha apresurado a añadir presión a los presidentes de las cajas al amenazar con no apoyar la operación. Los fantasmas de las frustradas fusiones pasadas por intereses políticos ha vuelto a recorrer las cajas. El sentido de la responsabilidad y de país debe imperar sobre los intereses propios, por el bien de todos.
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