LA temporada pasada de remo acabó mal, con la polémica del dopaje sentada en las tostas, y la presente campaña ha empezado igual de mal. La txanpa inicial de la temporada 2011 no ha podido ser peor, tan mala que ayer debió suspenderse el estreno de la Liga ACT. El primer fin de semana de regatas de la Liga ACT reunía todos los ingredientes para convertirse en un éxito de público y de difusión del remo más allá del Cantábrico y el Atlántico: un escenario inédito, un marco precioso como es el río Garona a su paso por Burdeos, y cientos de espectadores expectantes y dispuestos a presenciar en directo un deporte desconocido. Una operación de marketing en toda regla. Los responsables de la competición esperaban repetir el tanto de 2008, cuando la Liga arrancó con éxito en aguas de Ebro, en Zaragoza, con motivo de la Expo (asistieron más de 10.000 personas). Pero, como dice el refrán, segundas partes nunca fueron buenas. Y el arranque de la temporada de banco fijo no ha podido ser más lamentable. La doble jornada prevista en Burdeos se ha saldado con un fracaso que ha escocido a todos: organizadores, clubes, instituciones y patrocinadores. El sábado fue la ausencia de una rampa en condiciones que permitiera a los remeros acceder al río; ayer, los problemas con una ciaboga (llueve sobre mojado) y el riesgo para los deportistas que, a decir de los jueces, entrañaban las corrientes del Garona, con unas diferencias entre tandas que hubieran desnaturalizado la competición. Dos regatas y dos suspensiones que enturbian un deporte que (polémicas por presunto dopaje al margen) en los últimos tiempos ha dado muestras de que sabe hacer las cosas bien. La meritoria labor que los rectores de la ACT realizan para propagar el universo del remo a otros lugares debería tener pilares más sólidos. Porque no es de recibo vender un producto (las dos regatas en Burdeos) que no reunía las suficientes garantías, como tampoco es de recibo el alojamiento que dispuso la organización de la ACT a los remeros y técnicos de los clubes: un camping a 70 kilómetros de Burdeos en camas en las que algunos siquiera cabían. Los responsables de la Liga ya han entonado el mea culpa y han pedido disculpas. Su falta de previsión es evidente, puesto que el inicio de la competición en Burdeos se anunció hace meses, con suficiente antelación como para atar todos los cabos. Un par de clubes ya había puesto reparos a bogar en un río tan peculiar como el Garona -la inmensa mayoría de ellos aprobó ir, aunque ahora echen las culpas a otros-, pero ni el más pesimista auguraba un desenlace tan triste, con imágenes que, por estériles, se daban por acabadas, como la de un entrenador mezclando churras con merinas desde la zodiac en otro show evitable. La Liga de traineras y los equipos tienen una deuda con la capital de Aquitania. Y con el remo.
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