EL vano intento de Patxi López de analizar los resultados electorales en la CAV únicamente desde el punto de vista partidario para, omitiendo el papel institucional que él mismo se atribuyó, tratar de difuminar en el magma de la crisis federal del PSOE su propia crisis, la del PSE, la de su proyecto -si alguna vez lo tuvo- y la de su gobierno salido del pacto con el PP, supone un nuevo desprecio a la sociedad vasca al ignorar premeditada e interesadamente el vacío de esta a quien ha gobernado sin tener en cuenta sus prioridades tras contrariar hace dos años su mandato mayoritario. Y supone también un nuevo desatino. López solo ha confirmado que, como mantenía Edward Kennedy, la política es una ciencia matemática en la que todo lo que no es absolutamente correcto, está mal. No solo no ha logrado ocultar que su debacle electoral ha sido aún mayor que la del PSOE -ha perdido más porcentaje de voto si se comparan sus resultados del 22-M con los de las legislativas vascas de 2009 y los del PSOE con las legislativas estatales de 2008, más porcentaje de voto que el PSOE, cada uno en su ámbito, respecto a esas generales de 2008 y más porcentaje de voto que el PSOE en comparación con la municipales de 2007-, sino que además abre una crisis sin precedentes en la estructura federal socialista con un anuncio extemporáneo que deja al PSOE en un puño, confundido y abrumado, condiciona aún más la imprescindible labor de gobierno en Gasteiz y Madrid y obliga al propio José Luis Rodríguez Zapatero a desautorizarle descartando la convocatoria de un congreso extraordinario y ratificando las primarias. Rodolfo Ares, en función de corcho que trataría de sostener a flote a López, puede confirmar que trasladarán a la Comisión Ejecutiva Federal del PSOE la propuesta, pero el coordinador general del fracasado gobierno del cambio y Eduardo Madina solo son dos de los 32 componentes de dicha comisión... que además no posee una competencia atribuida por estatutos al Comité Federal, encargado de designar candidato a la presidencia y convocar congresos federales ordinarios y extraordinarios o primarias, y en el que el peso del PSE se resume a seis de sus 50 miembros y ni siquiera los seis respaldarían las tesis de López. Tras comprobarlo, cabe preguntarse si el secretario general del PSE ha tratado de hacer leña del árbol caído de Zapatero aun a pesar de que él mismo ha resultado tanto o más cuestionado electoralmente o si simplemente se halla subido en la bicicleta del error y no deja de pedalear tratando de no caer. Pero, en cualquiera de los casos, evidencia que su principal preocupación es él mismo, o en su defecto la afección de las elecciones en su partido -más a nivel estatal que en el socialismo vasco-, y no las consecuencias en el país que pretendidamente dirige. Lo que definitivamente le inhabilita para el cargo. Aquí y allí.