LA meridiana claridad con que la izquierda abertzale ilegalizada ha salido al paso por dos veces -como tal y a través de los representantes de Sortu- del tiroteo protagonizado por dos presuntos miembros de ETA en el departamento de Creuse (centro de Francia) no solo se refleja en que va más allá de la nota emitida el domingo por Bildu -dejando incluso en evidencia a la coalición aunque ésta rectificara y endureciera luego su posición para coincidir con Aralar en que los hechos vulneraban los compromisos del Acuerdo de Gernika- sino sobre todo en que supera cualquier otra postura de reproche o rechazo emitido desde la izquierda abertzale a cualquier otra acción violenta por parte de ETA. Que la izquierda abertzale ilegalizada calificara los hechos de "sumamente graves, incomprensibles e inaceptables", y asegurara que no son "en absoluto compatibles con los compromisos adquiridos por ETA con el alto el fuego" indica que la dirección política del denominado MLNV tiene y pretende no soltar la dirección de un proceso que se empeña en discurrir y permanecer en las vías exclusivamente pacíficas. Y el hecho de que en el comunicado emitido el lunes por la izquierda abertzale se incluyera la exigencia a ETA de que "se ratifique en los compromisos de alto el fuego y tome medidas para evitar que se repitan sucesos como éste" y que el texto hecho público ayer por Sortu no solo incidiera sino que extendiera esa petición al exhortar a la organización armada "a adoptar las medidas necesarias para que hechos de estas características y cualquier otro de naturaleza violenta no vuelvan a producirse en el futuro", parece confirmar que la apuesta por esas vías es, al menos en lo que concierne a una amplísima mayoría de ese espectro político, tan definitiva como consciente de que es esa su única posibilidad de supervivencia. Porque de la credibilidad social y política de la apuesta depende en gran medida la viabilidad para la izquierda abertzale oficial del proceso abierto y del recorrido hacia la pacificación y normalización del país en unas condiciones de cierta capacidad de influencia política. La solución a su problema, sin embargo, sigue estando en el tejado de ETA, que aun tiene pendiente la asunción de la opinión de la inmensa mayoría de los ciudadanos y ciudadanas de Euskal Herria (también de esa izquierda abertzale), de la voluntad popular de este país que le reclama la renuncia unilateral y definitiva al uso de la violencia, compromiso que va mucho más lejos de su actual alto el fuego, independientemente de que el interés general debiera imponerse al corto plazo electoral y asumir la importancia de la presencia internacional en su verificación. Sin menoscabo, en cualquier caso, del respeto a los derechos civiles y electorales de miles de ciudadanos y ciudadanas frente al intento de modificar la voluntad política de la sociedad en la composición de sus instituciones.
- Multimedia
- Servicios
- Participación
