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Matemáticas para una larga crisis

La enésima corrección de las previsiones económicas del Gobierno español confirma aun en el mejor de los supuestos la nula incidencia también a medio plazo de las reformas y recortes en el principal problema de ocho de cada diez ciudadanos: el paro

NO hay repunte a la vista. La crisis económica llegó en 2008 para quedarse, como todas las crisis, entre cinco y diez años. Es decir, ni siquiera ha llegado a su ecuador. Las mismas previsiones del Gobierno español respecto al crecimiento del Producto Interior Bruto (PIB) y la contención del desempleo en los próximos cuatro años confirman que las reformas, especialmente la del mercado laboral, y recortes que hasta ahora no han tenido efecto tampoco lo tendrán a medio plazo. Aun en el mejor de los supuestos, esto es, que la ministra de Economía acierte en sus previsiones -el pasado año las tuvo que corregir en setiembre y aún así previó 120.000 parados menos que los 4.700.000 con que se cerró 2010- a finales del próximo diciembre el número de desempleados en el Estado español se habrá reducido en apenas cincuenta mil e incluso al término de 2014, dentro de más de tres años, aún habrá más de cuatro millones de parados. Son datos de la propia Elena Salgado, quien habiendo tenido que corregir en abril las previsiones para este año y añadirles 230.000 desempleados, no debería descartar incluso que tras el verano deba realizar otra corrección: las previsiones del Banco de España sitúan ya hoy la tasa de paro a final de este año por encima del 20%, es decir, sin una reducción apreciable; lo que coincide además con las propias previsiones del Gobierno en cuanto al crecimiento del PIB, que estima en un 1,3%, muy optimista en comparación con los análisis internacionales pero aun así lejos del 2-3% necesario para crear empleo, que no se alcanzaría, en todo caso, hasta 2013. Son operaciones matemáticas elementales con un nítido resultado: el principal problema para 8 de cada 10 ciudadanos, según la última encuesta del CIS, no se verá paliado lo más mínimo en los próximos meses y escasamente en varios años, lo que implica una nula recuperación de la confianza y, en consecuencia, un limitadísimo o inexistente aumento del consumo que se traduce en una nítida dependencia del sector exterior. Curiosamente, algo que desde Euskadi algunas voces ya anunciaron hace tiempo mientras el Gobierno que preside Patxi López abogaba por potenciar la presencia en el mercado español y se limitaba a trasladar las medidas aprobadas en Madrid que se muestran ahora ineficaces en el Estado y especialmente en la CAV, donde el paro ha crecido muy por encima, un 6% más, tras romper todos los récords con 151.551 parados (casi 2 de cada 10 nuevos desempleados en el Estado son vascos). Que el Ejecutivo López tuviera que realizar hace siete días una corrección de sus previsiones similar a la del Gobierno español no es una simple casualidad. Seguir posponiendo la toma de decisiones y la adopción de medidas propias y específicas por incapacidad, por un interés de uniformidad política o por ambas cosas, no hará sino retrasar también el final de la crisis en Euskadi. Se trata de sumar dos y dos.