LA polémica desatada por la publicación de los resúmenes de las presuntas actas elaboradas por ETA respecto a las conversaciones mantenidas con el Gobierno español antes, durante y tras el alto el fuego de 2006 con interpretaciones totalmente divergentes de las mismas en virtud de la adscripción ideológica del medio que las hace llegar a la opinión pública, pero sobre todo su empleo como base de una política de grueso zafarrancho parlamentario y electoral por parte de los dos principales partidos de ámbito estatal, supone la utilización partidista de la lucha contra el terrorismo y el incumplimiento del pacto en la materia que sin embargo ambas formaciones siguen manteniendo oficialmente. Más allá de que las presuntas actas de las reuniones -para ser exactos, los resúmenes efectuados por la Guardia Civil de las actas que habrían sido incautadas a ETA, ya que las verdaderas están en poder de la Fundación Henry Dunant- sean o no reales y de serlo sean forzosamente parciales; de que pese a ello se les esté otorgando la credibilidad que se pone en duda en otros pronunciamientos de ETA o de la izquierda aber-tzale; más allá también de que haya quien defienda ahora respecto a esas conversaciones posturas que criticó con durísima crudeza en el alto el fuego de 1998; el destemplado debate político a que han dado lugar posibilita que PSOE y PP mantengan a la sociedad en el espejismo de que el terrorismo, que hace tiempo que ha dejado de ser la principal preocupación de la ciudadanía, sigue presente, lo que les permite dar una patina de falsa legitimidad a la exclusión de una parte del corpus electoral vasco que habilita su pacto de Estado en Euskadi. Ya en ello hay una calculada y bastarda utilización electoral del terrorismo, de sus causas y efectos, y un fraude a los principios democráticos, pero ese abuso tiene también otros objetivos por cuanto además es un intento de narcotizar a la sociedad frente a lo que por un lado es la notoria incapacidad en la gestión del gobierno socialista y, por el otro, la absoluta ausencia de alternativa en el PP. Quienes airean ese debate pretenden deteriorar la imagen pública del adversario, camuflar la propia incompetencia ante la crisis económica y social y ocultar los escándalos que jalonan su actividad a siete semanas y media de las elecciones municipales y forales en Euskadi y municipales y autonómicas en la mayor parte del Estado... con la posibilidad de otras elecciones, estas generales, en el horizonte. Ofrecen al ciudadano crispación en lugar de programas y propuestas -es decir, soluciones- a los problemas que verdaderamente atosigan a los sociedad. Y sí, se puede, se debe, incluir entre ellos el fin de la violencia, la consecución de la paz, pero el interesado cuerpo a cuerpo dialéctico que mantienen PSOE y PP por interés partidista y no por discrepancia ética no es parte ni será origen de ningún remedio.
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