EL Servicio Vasco de Salud Osakidetza está inmerso desde hace varios meses en un mar de conflictos que han llevado a sus trabajadores a denunciar en numerosas ocasiones el evidente deterioro que se está produciendo en la calidad que presta a la ciudadanía la sanidad pública vasca. Una situación que deriva de la gestión que de Osakidetza, sus recursos y sus políticas está llevando a cabo el Gobierno de Patxi López, con el consejero de Sanidad, Rafael Bengoa, a la cabeza. La preocupación, cada vez más creciente, en amplios sectores sociales y políticos se debe a que esta situación de conflicto generalizado y permanente puede llevar a que el desgaste y los daños que se produzcan en Osakidetza lleguen a ser si no irreversibles sí lo suficientemente profundos como para sumir a nuestra sanidad pública en el descrédito y la desconfianza ciudadanas, cuando ha sido uno de los grandes baluartes del autogobierno en Euskadi y ha constituido un ejemplo envidiable de gestión y atención. El consejero Bengoa ha llevado a cabo una política drástica de recortes y de medidas de ahorro que si bien pudieran parecer lógicas en tiempos de crisis no parece que estén del todo justificadas en su dimensión y que están afectando a la atención sanitaria, que debe ser la prioridad en una gestión pública por encima de argumentos economicistas, sobre todo en materia tan sensible como la salud. Listas de espera sobre las que ya no se plantea siquiera su reducción sino únicamente su mantenimiento tal y como están, recortes de salarios, cierres de ambulatorios los sábados y reordenación de los Puntos de Atención Continuada (PAC), imposibilidad -según el consejero- de ampliar el Programa de Atención Dental Infantil (PADI) tal y como demanda el propio Parlamento Vasco, reorganización del servicio de pediatría... son algunos ejemplos, junto con el drástico recorte de gastos que también repercute directamente en la atención al ciudadano, que configuran un escenario conflictivo en el que no en vano los sindicatos volverán a protestar en la calle esta misma semana. Por toda respuesta a estas demandas, Bengoa insiste en el consabido "no hay dinero". Un argumento que contrasta con los datos: Osakidetza obtuvo en 2010, en plena ofensiva de recortes drásticos y llamamientos a la austeridad por culpa "de la crisis", un superávit de 7,5 millones de euros, casi el doble de los beneficios del año anterior, que ya eran importantes (4,2 millones de euros). Se trata de una cantidad importante de dinero para la que Bengoa, a buen seguro, tendrá un destino irreprochable. Pero no es menos cierto que una buena gestión en la sanidad pública no se deriva directamente de la obtención de superávit económico. Una cosa es la crisis y otra que los recortes afecten negativamente en las prestaciones sanitarias al ciudadano. Sobre todo cuando sí hay dinero.
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