La intervención parlamentaria de ayer del lehendakari López en relación al affaire Urchueguía destaca por inusual y arriesgada. Nunca antes un lehendakari había acusado a medios de comunicación y periodistas de mentir. López lo hizo. Habló de "falsas entrevistas", de "engaños", de intento de pagos económicos por la obtención de declaraciones. Presentó a Urchueguía como víctima de un montaje y no detuvo su ímpetu ni un segundo para anunciar investigación alguna. Fue como un acto de fe. Como si la propia delegada gubernamental le hubiera escrito su intervención ante la Cámara vasca.

Razones para ser más cauto en sus afirmaciones las había, como los testimonios y documentos aportados por Grupo Noticias en este caso. Algo que no puede desdeñarse con una afirmación general de que "todo es mentira".

Enrocarse en la defensa de los propios puede ser comprensible, pero no atender al más mínimo razonamiento puede dar lugar a disgustos. Y el caso Urchueguía se los puede dar a López.

Alguien con un mínimo de sensatez no puede creerse que todo el pastel despiezado en capítulos durante una larga semana corresponda a simples "chismorreos", como ha calificado José Antonio Pastor a las informaciones publicadas. Achicar balones diciendo que todo es un montaje para que el PNV esconda sus escándalos suena a falta de credibilidad. Sobre todo, cuando la sombra de sospecha de irregularidades estaba ya instalada en el Ayuntamiento de Lasarte- Oria desde tiempo atrás.

La respuesta en el Parlamento Vasco del lehendakari no es la única evidencia de que, a solo dos años de su llegada al poder en Euskadi, el socialismo recupera su peor pecado capital: la soberbia.

Esto es falso porque lo digo yo. No hay información en el consejo de administración porque mando yo. Las decisiones en transporte se aprueban porque somos mayoría. No sales en el Teleberri porque hay un acuerdo del Parlamento. Te va a fiscalizar en persona el presidente del Tribunal de Cuentas porque sí. En resumen, que las cosas se hacen por el artículo 33 porque "ahora nos toca a nosotros mandar". Estas respuestas, estas actitudes, se están viviendo hoy. Quizá alguien piense que el Partido Socialista hace hoy lo que otros hicieron en el pasado. Tal vez fuera así, pero quienes precedieron a López y los suyos no contaron con la bula mediática que ahora acoraza al Gobierno del cambio y a sus aliados.

En tan solo dos años de gobierno ha comenzado a aflorar lo peor de una alternativa que se presentó como "regeneradora" de la política y paladín de la pluralidad. Quienes la auspiciaron en el pasado se regodean públicamente y sin rubor de "divertirse" con el terrorismo o de "chinchar" al euskera. Quienes prometieron "bolsillos de cristal" se arrugan a las primeras de cambio y cierran filas alrededor de un personaje tan poco de fiar como Urchueguía a quien yo, al menos, no le compraría un coche de segunda mano.

En dos meses habrá elecciones municipales y forales. En Bizkaia, nos vamos a encontrar con un bonito duelo. No el duelo PNV-PSE/PP. No. Será el duelo entre José Antonio Pastor y Esther Martínez. Ambos van a competir por ser la alternativa más dura, crítica y acerada a José Luis Bilbao. "Se impone un nuevo estilo", ha dicho en las cuñas publicitarias el portavoz socialista. Y acto seguido ha descargado, día sí y día también, un discurso corrosivo y extremo que nos garantiza una campaña insólita. Insólita e insolente, porque quienes conocen a Martínez anuncian que no se quedará atrás, que ella no es ni muda ni tartamuda.

Se le atribuye a Demóstenes, el erudito griego, una terapia para corregir la tartamudez. Dicha terapia consistía en introducir pequeños cantos rodados en la boca y tratar, con ellos dentro, de vocalizar palabras y frases de complicada dicción. Yo, por si las moscas y ante lo que se avecina, he comenzado a hacer las primeras prácticas: So-mo-to, so-ber-bia.