Con esta frase se terminó la entrevista de mi hijo con una empresa a finales del mes de junio. Nos íbamos de vacaciones cuando recibió una llamada telefónica en la que dicha empresa le comunica su interés en contratarle ya que les gustó mucho su currículum. Le informa de la documentación que tiene que presentar y de un curso de formación que debe realizar. Parece que la incorporación podría ser inmediata. Ante tan buena noticia vuelve a Pamplona ese mismo día (otros 400 kilómetros y unos 25 euros en peajes) con mucha ilusión, ya que tal y como está la situación, un puesto de trabajo es como un premio.

Una vez personado en la empresa, el ¿jefe de personal, gerente? al verlo empieza a poner trabas a su capacidad para desempeñar ese puesto (movilidad para subirse a una escalera de 3 metros, trabajo que precisamente ha estado realizando en su anterior puesto, de ahí que les gustara su currículum). Ante las explicaciones de mi hijo de que estaba capacitado y de que ante cualquier duda podía ponerse en contacto con la empresa en la que ha desempeñado ese mismo trabajo durante 3 años, le contestó de manera cortante que él no tenía porqué llamar a nadie: "Yo no quiero gordos en mi empresa". Imagínense el estado de ánimo en el que quedó el chaval, con 25 años, rechazado por gordo a pesar de estar capacitado para ese trabajo.

Presentarte a una entrevista de trabajo no significa que el puesto vaya a ser para ti, pero argumentar razones por el físico, y sobre todo de manera tan poco educada y sensible, es poco menos que reprochable a la vez que inhumano. Se ha humillado a mi hijo gratuitamente sin ninguna necesidad Gracias por hundir a mi hijo, por dejar su autoestima por los suelos. Ahora me toca a mí, como madre, animarle e intentar que olvide este desagradable incidente lo antes posible.