Por el sonido de la voz se discierne si el hombre vive enlazado con su ser esencial... (Dürckheim).

Me tienta empezar así: el otro día, mi amigo Rafa Redondo presentó su libro El esplendor de la nada.

Según lo escribo, me doy cuenta que hay hombres y libros que no casan con el uso del posesivo (mi, su...), se les empobrece y nos empobrecemos. Son hombres y libros de todos; patrimonios de la humanidad. Destellos de un despertar. Motores de transformación.

Así que, dominando o reprimiendo la tentación, rectifico:

Nuestro amigo Rafa nos ofreció la dádiva de su Ser esencial. Lo sin forma hecho forma. Lo hondo hecho libro: El esplendor de la nada.

Hace unos días asistí en la Biblioteca de Bidebarrieta a la charla que impartió otro entrañable camarada: Marcos Ana. Me impresionó de él la dignidad de su mirada y la resistencia de sus pasos cansados... Pues bien, oyendo, mirando y disfrutando de Rafa, sabía que estaba frente a otro ejemplo de la decencia social.

Maestro, te ha sido dado el Don de oír lo inaudible y ver lo invisible, y con ello, la responsabilidad de ser faro orientador. Y lo eres. Bien lo sé. Te deshaces de ti para hacerte de todos.

Sabes que me lates con todo el fuego de la Vida. Y, a la vez, y, además, eres, en el silencio, la huella de luz donde me habitas.

Creo que todos y todas los que tenemos la suerte de contar contigo en el camino, te queremos. Tú haces que la verdad y la auténtica belleza no nos pasen jamás inadvertidas.

Necesitamos respirarte, Rafa, aspirarte, olerte... verte cara a cara, desnudo de envoltorio.

Que seas, Ser del viento, el territorio donde el son de tu brisa nos despierte.