lA mayoría sindical vasca, representada por las centrales ELA, LAB, ESK, STEE-EILAS, Hiru y Ehne, así como en una convocatoria paralela CC.OO, han convocado para mañana una huelga general en Euskadi. El paro está previsto, según los convocantes, en protesta por los recortes sociales que, a su juicio, se están derivando de las medidas adoptadas por los diferentes gobiernos para hacer frente a la crisis económica. Los sindicatos hacen su llamamiento a la huelga avalados por su indudable representatividad entre los trabajadores vascos, si bien son discutibles tanto la proporcionalidad entre la movilización anunciada y sus consecuencias con respecto a las decisiones sobre esos recortes, dada la actual coyuntura económica, como la oportunidad misma de la huelga y sus repercusiones directas sobre las empresas -que también están sufriendo la crisis- y sobre las relaciones intersindicales y con los poderes económico y político. Nadie duda de que la situación económica actual es de extrema gravedad y de que las consecuencias de la crisis las están pagando fundamentalmente los trabajadores, que no son en absoluto culpables de la misma. Pero hay dudas más que razonables para pensar que una huelga general de efectos probablemente nulos en cuanto a su posible influencia sobre las decisiones que se van a tomar sea el marco adecuado para expresar el rechazo a esta situación. No son pocos quienes, pese a la lógica preocupación por la dramática situación por la que atraviesan miles de personas afectadas por la crisis, han expresado que este país "no está para huelgas". En efecto, el clima social, aun compartiendo el desasosiego general, no invita a una confrontación de estas características, ni tal respuesta es ni ha sido una exigencia o un clamor entre los trabajadores. Porque una cosa es la legítima y necesaria defensa de los trabajadores y de sus derechos, conquistados a lo largo de la historia con mucho esfuerzo, y otra envolverse en esa bandera como gancho de interés propio. La propia convocatoria doble de la huelga es muestra de ello. En una entrevista que hoy publica este periódico, el máximo dirigente de ELA, Adolfo Txiki , desgrana con profusión los motivos que han llevado a su sindicato a convocar la huelga y alimenta un discurso especialmente duro, también contra los "partidos vascos" -en evidente alusión al PNV- que con "el voto a favor o la abstención" han convalidado la reforma laboral. ELA siempre ha intentado ejercitar su capacidad de influencia y no ha dudado en involucrarse y saltar a la arena política. En este caso, la confrontación está, de nuevo, servida. Las calles de Euskadi vivirán otra vez una jornada tensa y agitada de piquetes y persianas que se cierran y se abren. Y al día siguiente todos (gobernantes, oposición, sindicatos, trabajadores, empresarios) deberán regresar a sus papeles, intentando que los efectos de la crisis sean los menores posible.
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