LA realidad, como se vio obligado a reconocer el Instituto Nacional de Estadística tras una error informático que adelantó su publicación, es que el paro ha aumentado en el Estado español en 286.200 personas en el primer trimestre de 2010, con lo que el número de desempleados asciende ya a 4.612.700, según la Encuesta de Población Activa, y la tasa de paro se sitúa en el 20,11%, la más alta de los últimos doce años con uno de cada cinco trabajadores españoles sin empleo. La realidad es, como avanzó ayer el Banco Central Europeo, que el deterioro fiscal en el Estado español está a la altura de los de Grecia e Irlanda a consecuencia del aumento del déficit público, que en 2009 llegó a situarse en el 11,2% del Producto Interior Bruto, casi el doble que la media de la eurozona. La realidad es que la emisión de deuda pública implica ya para el Estado español un incremento de los tipos de interés de más de un tercio en deuda colocada a tres meses y de casi el doble a medio año respecto a marzo ante el aumento en la percepción del riesgo por los mercados financieros y que esa deuda, que creció un 34% en 2009 hasta los 461.996 millones de euros, sigue al alza en 2010. La realidad es que el temor al contagio por la crisis griega ha golpeado las bolsas internacionales pero especialmente al Ibex, que cerró ayer con un fuerte recorte del 4,19% hasta los 10.480 puntos, el segundo mayor del año tras el de febrero. Y la realidad es que el Fondo Monetario Internacional acaba de estimar que, debido a las políticas económicas del gobierno presidido por José Luis Rodríguez Zapatero, incapaces de sustituir a la construcción como sector tractor y dependientes de la reactivación de las locomotoras económicas europeas, el Estado español no crecerá por encima del 2% hasta 2016 o, lo que es lo mismo, no creará empleo hasta dentro de seis años, tres más de las irreales previsiones lanzadas por el Ejecutivo. Pues bien, ante tanta evidencia, reiterada ya mes a mes con un insoportable coste social; Zapatero se aferra públicamente a "la esperanza y la confianza" de que el paro empiece a disminuir a partir de abril, sin avanzar no ya qué medidas pretende implantar para logralo sino ni siquiera si contempla alguna que invierta la tendencia de los últimos dieciocho meses y desdiga todos los parámetros e informes sobre la economía española. El gobierno económico de un país no puede reducirse al aumento de la protección social ni aun si fuera cierto que ésta llega al 80% de los desempleados. Tampoco a ayudas puntuales en sectores específicos. Más que nunca en tiempos de crisis, exige medidas estructurales, inversión en sectores estratégicos, innovación, contención del gasto y visión de futuro. Lo contrario es, como decía Isaac Asimov, negar un hecho que, aunque se niegue, sigue siendo un hecho. O sea, economía-ficción frente a la realidad.