EL caso de la desaparición, muerte y hallazgo del cadáver, casi un año después en una morgue de Toulouse, del militante de ETA Jon Anza ha generado un lógico revuelo y, sobre todo, una inmensa preocupación en Euskadi. Si ya las circunstancias de lo acontecido entre el 18 de abril de 2009 -fecha de la desaparición de Anza- y el pasado 11 de marzo -cuando se encontró su cuerpo sin vida- son lo que eufemísticamente puede calificarse de "extrañas", las explicaciones dadas por la fiscal de Baiona que ha seguido el caso, Anne Kayanakis, sólo han servido para aumentar la inquietud sobre el asunto, abrir hasta el infinito el abanico de hipótesis y, en fin, sembrar de recelos y dudas una investigación entre chapucera y directamente negligente. Muchos son los interrogantes que ni la fiscal ni al parecer la Policía francesa ni los responsables del hospital de Toulouse son capaces de aclarar. Y, sin embargo, cada día es más urgente y necesaria una explicación completa, veraz, creíble y documentada de lo que ha ocurrido durante estos diez meses. Para ello, es innegable que se precisa la puesta en marcha de forma inmediata de una investigación exhaustiva, objetiva e independiente que dé respuesta a todas las dudas del caso. En especial, a cuándo desapareció realmente Jon Anza, qué ha ocurrido con el dinero que -según dijo ETA, llevaba-, de qué murió, qué le ocurrió durante los once días que transcurrieron desde que llegó a Toulouse y fue encontrado inconsciente en un parque, por qué no se cotejaron desde el inicio sus huellas para determinar su identidad, dónde está su certificado de defunción, por qué el billete de tren que se ha hallado ahora no constaba al principio entre sus pertenencias constatadas por el hospital y, en fin, si alguien de las fuerzas de seguridad del Estado español ha intervenido en algún momento en todo este tenebroso asunto. Mientras tanto, debería imperar la prudencia en todas las partes. El caso no se puede despachar con la falsa indiferencia mostrada por la portavoz del Gobierno vasco, Idoia Mendia, cuando dijo que no se iba a pronunciar sobre la aparición de un cadáver "en territorio francés" -Anza era un ciudadano vasco-, ni con el silencio del Ejecutivo y de los medios de comunicación españoles, ni tampoco con el alarmismo y la irresponsabilidad de la izquierda abertzale cuando afirma de forma tajante y sin pruebas que las fuerzas de seguridad "secuestraron, torturaron y mataron" al militante de ETA. Si fuera así, sería, desde luego, gravísimo y habría que exigir todas las responsabilidades incluso penales a que diera lugar, pero no es una actitud responsable acusar sin datos acreditados. El primer paso de la investigación tendrá lugar mañana, cuando se realice la autopsia, a la que debería asistir, para eliminar todo atisbo de duda, un forense de confianza de la familia o absolutamente independiente. Está en juego la credibilidad de todo un sistema.