LA multitudinaria respuesta a la concentración de ayer en Bermeo, el sentimiento latente en los familiares y vecinos de los arrantzales secuestrados y en quienes decidieron acompañarles en la exigencia de liberación de los tripulantes del Alakrana y hasta las lágrimas que arrancó en numerosos asistentes el Itxasoari Begira de Benito Lertxundi dan la medida del impacto que el lamentable secuestro tiene en la sociedad vasca, así como de la solidaridad de ésta para con sus miembros, por otro lado ya sobradamente demostrada con anterioridad también en casos que no le afectan de forma directa. Pero al mismo tiempo y precisamente por ello, por esa repercusión social y esa solidaridad, la masiva presencia de representantes de todos los ámbitos de la sociedad hizo resaltar sobremanera las únicas dos ausencias institucionales en el acto -la del Gobierno vasco que preside Patxi López y la de la Delegación del Gobierno español en Euskadi que dirige Mikel Cabieces- cuando los dos ejecutivos socialistas deberían ser los primeros interlocutores de las familias de los arrantzales secuestrados y los primeros en arropar a quienes, en definitiva, son víctimas de una acción violenta. Con más motivo, aunque sea duro de reconocer y difícil de sobrellevar en un acto de las características de la concentración de ayer, si dicha acción se ha producido tras haber rechazado el Gobierno español y desoído el Gobierno vasco las reiteradas peticiones de armadores y pescadores de los atuneros en el Índico -así como de determinadas fuerzas políticas y sociales que en su día sí se hicieron eco de las mismas- para reforzar la seguridad de los buques y dificultar, si no impedir, que se hubiese producido el ataque y secuestro hace ya tres largas semanas. Las ausencias, sin embargo y por desgracia, no son sino un punto y seguido a la incomprensible actitud pública y a la pésima gestión de la crisis del Alakrana por parte de quienes, en Lakua y Madrid, han tenido en sus manos tratar de evitarlo primero e intentar darle una rápida solución después y no lo han hecho. Ayer mismo, el último capítulo del triste, por no decir denigrante, espectáculo que se está ofreciendo desde la Audiencia Nacional al respecto de las condiciones del arresto de Abdu Willy, uno de los dos piratas detenidos en aguas somalíes y trasladados a Madrid sin reflexionar sobre las consecuencias, suponía un nuevo despropósito inexplicable seguramente incluso para quien tiene que desarrollar las negociaciones directas con los piratas en Somalia o a través de Londres. En cualquier caso, el clamor social que ayer se escenificó en Bermeo debería servir para que los gobiernos español y vasco cambien de actitud y den hasta el último aliento, como canta Lertxundi en los últimos versos de su Itxasoari Begira, para lograr la inmediata liberación de los 36 tripulantes del Alakrana.