EL acuerdo alcanzado por el Grupo Vasco y el Grupo Socialista en el Congreso de los Diputados podría pasar por uno más de tantos cerrados, a lo largo de las sucesivas legislaturas, entre los representantes de los vascos y los dirigentes de los partidos que en cada momento han sustentado al Gobierno español. En esta ocasión, sin embargo, hay un matiz que no se puede pasar por alto: los protagonistas del acuerdo por la parte vasca han sido los de siempre, los diputados del PNV, pero por primera vez este partido no se encuentra al frente del Gobierno vasco. Paradójicamente, así, la tarea de arrancar de Madrid compromisos de gran calado para el autogobierno y la economía de Euskadi ha sido asumida por un partido que se encuentra en la oposición en las instituciones centrales del país. Esa realidad habla bien a las claras, por una parte, de la responsabilidad del Partido Nacionalista Vasco, que hace buena así la promesa realizada nada más abandonar el gobierno de que trabajaría por el bien del país desde la oposición, pero demuestra también la dejación de funciones con respecto a los intereses vascos por parte de los representantes del PSE en las Cortes españolas. En efecto, mientras los diputados jeltzales mantenían maratonianas y tensas reuniones con representantes del Gobierno de Rodríguez Zapatero y con el Grupo Socialista en el Congreso, el Gobierno de Patxi López se limitaba a gobernar desde los medios de comunicación. Es más, según denuncian fuentes conocedoras de las negociaciones, determinados políticos del socialismo vasco han intentado zancadillear el proceso, poniendo su afán de protagonismo partidista por encima de los intereses del país al que dicen defender. Si el Congreso de los Diputados ha dado luz verde esta semana a la tramitación del blindaje del Concierto Económico, ha sido gracias a la iniciativa en el Parlamento Vasco y en las Cortes españolas de los parlamentarios del PNV. El lehendakari López ni siquiera se dignó a aparecer el martes por el hemiciclo de la Carrera de San Jerónimo, enfrascado al parecer en sus compromisos personales. El actual inquilino de Ajuria Enea sí tiene tiempo para acudir a actos sociales, recepciones, fiestas y enlaces matrimoniales en los más diversos puntos de la geografía vasca y española, pero la agenda no le da para estar presente allí donde se juega buena parte de la estabilidad institucional del país que pretende dirigir. El contrapunto lo pone el partido que desde hace treinta años y hasta hace unos meses ha pilotado el desarrollo económico y social de Euskadi hasta situarlo al más alto nivel en los parámetros del mundo desarrollado. Los líderes del PNV dijeron que gobernarían desde la oposición y el PSE lo tomó como una ofensa. El día a día está demostrando que para el país, lejos de ser una ofensa, es una verdadera necesidad.
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