¿Qué fue de Joane Somarriba, la ciclista vizcaina que conquistó Europa?
En los 2000, en pleno dominio de Lance Armstrong y la fiebre ciclista mundial, había una campeona que arrasaba en las carreteras, aunque lo hacía en el mundo del ciclismo femenino. Joane Somarriba Arrola se convirtió en una leyenda del deporte
Nacida el 11 de agosto de 1972 en Sopela (Bizkaia), pero criada en Bilbao, Joane Somarriba supo desde muy joven que su destino estaba sobre las dos ruedas. Hija de Bittor, un marino aficionado al ciclismo, y de una madre emprendedora que regentaba un restaurante en Plentzia, Joane Somarriba creció en una familia humilde y deportista, donde su padre y su hermana Ainhoa le transmitieron el amor por la bicicleta. A los ocho años comenzó a pedalear y a los catorce ya era campeona de España.
Lo que parecía una carrera prometedora se truncó brutalmente a los 19 años. Una hernia discal y una operación malograda con infección incluida la dejaron postrada, inmóvil, y a punto de abandonar para siempre el deporte. “Toma pañuelos y llora, porque no vas a volver a montar en bicicleta”, le dijo un médico. Pero Joane no aceptó esa sentencia. Tras meses escayolada y una recuperación lenta después volvió a subirse a la bici. Nunca lo haría por afición: lo haría para conquistar el mundo. Durante años, Somarriba fue la referencia del ciclismo femenino español y europeo. Su estilo combativo en la montaña, su regularidad en las contrarrelojes y su carisma dentro y fuera de las carreras la elevaron como símbolo en un deporte entonces muy masculinizado.
Gloria internacional
En 1991, aún en recuperación, ganó la Emakumeen Bira, una de las pruebas por etapas más prestigiosas del calendario femenino. Pero sería en Italia donde daría el salto definitivo. Pese a las dificultades económicas y la escasa ayuda institucional en España, se marchó al extranjero con determinación. En 1999 llegó su consagración internacional con la victoria en el Giro Donne, la versión femenina del Giro de Italia.
El año 2000 marcó un antes y un después: Joane ganó el Tour de Francia femenino (la Grande Boucle Féminine Internationale). Nadie lo esperaba, salvo quizá ella misma y su entrenador y pareja, Ramón González Arrieta, con quien compartía vida, entrenamientos y sueños. Repetiría victoria en 2001, en una edición que comenzó en Bilbao en su honor, y de nuevo en 2003, consolidándose como la gran dominadora de la época. Ese mismo año, además, se coronó campeona del mundo en contrarreloj individual en Hamilton (Canadá), y fue nombrada mejor deportista del año en España.
Una pionera en tierra de hombres
Somarriba no solo pedaleaba contra el cronómetro y la montaña: lo hacía también contra un sistema que invisibilizaba el deporte femenino. Fue una de las pocas ciclistas que lograron patrocinios importantes, como el de Deia, y su figura alcanzó notoriedad mediática en un contexto en que pocas mujeres lo lograban en el ciclismo. Junto a referentes como Dori Ruano, abrió la senda para que hoy otras como Mavi García o Ane Santesteban puedan soñar en grande.
Durante años fue la referencia del ciclismo femenino estatal y europeo, reconocida por su fortaleza, su estilo ofensivo en montaña y su constancia en las contrarrelojes. En 2004 recibió el Premio Sabino Arana, y en 2001 la Medalla de Oro de la Real Orden del Mérito Deportivo, además del Premio Reina Sofía al deporte femenino (2003).
Una despedida sin focos, pero con aplausos sinceros
En 2005, tras ganar nuevamente la Emakumeen Bira y ser subcampeona del mundo en contrarreloj, Joane decidió retirarse con 33 años. Lo hizo sin grandes ceremonias ni homenajes televisados. Su adiós fue tan discreto como siempre fue su estilo, pero el respeto del pelotón y la afición fue unánime.
Más allá de la bicicleta
Tras su retirada de la competición profesional en 2005, Joane Somarriba decidió dar un giro sereno pero firme a su vida, alejándose del ruido mediático que había acompañado sus años de gloria. Se centró plenamente en su familia, recuperando el tiempo con los suyos y disfrutando de una vida sencilla en su Sopela natal, el mismo lugar donde había empezado a dar sus primeras pedaladas. En 1999 contrajo matrimonio con Ramón González Arrieta, también ciclista profesional y su entrenador durante buena parte de su carrera, con quien formó un sólido equipo tanto dentro como fuera de las carreteras. Juntos criaron a sus dos hijos, en un entorno tranquilo, muy ligado a la naturaleza y al mar, donde el deporte seguía presente pero ya no como exigencia, sino como una forma de vida saludable y compartida. Alejada de los focos, Joane ha mantenido siempre un perfil discreto, fiel a su estilo, y ha preferido cultivar su faceta más íntima, centrada en la educación, el bienestar familiar y el contacto con el entorno natural que tanto valora. “Cuando termina la temporada, lo que más me gusta es andar por el monte”, confesó en una entrevista, reflejando esa conexión profunda con la montaña y el aire libre, su otra gran pasión más allá de la bicicleta. Aunque ya no compite, actualmente es comentarista de ciclismo femenino en Eurosport y sigue siendo un referente, no solo por lo que logró en la carretera, sino por su forma de vivir con coherencia, humildad y fidelidad a sus valores.
Un legado indomable
Joane Somarriba dejó un legado que va mucho más allá de sus triunfos deportivos: se convirtió en un símbolo de lucha, perseverancia y superación en un deporte históricamente dominado por hombres. En una época en la que el ciclismo femenino apenas tenía visibilidad, su figura rompió barreras, demostró que las mujeres también podían destacar en las grandes vueltas y abrió el camino a nuevas generaciones de ciclistas. Su trayectoria fue una constante demostración de fortaleza, tanto física como mental, superando lesiones graves, falta de apoyos institucionales y prejuicios sociales. Somarriba no solo pedaleaba contra el cronómetro, sino también contra una estructura deportiva desigual, en la que tuvo que abrirse paso a base de resultados y sacrificio. Su carrera es ejemplo de cómo el talento, el esfuerzo constante y una voluntad inquebrantable pueden abrir camino incluso en los entornos más adversos. Fue pionera para toda una generación de mujeres ciclistas, y su figura inspiró un cambio real en la percepción del ciclismo femenino en España, logrando incluso ser portada en medios que hasta entonces no prestaban atención al deporte practicado por mujeres. Su extraordinario palmarés incluye tres Tours de Francia femeninos (2000, 2001 y 2003), donde demostró una capacidad única para mantener el liderato en etapas exigentes; un Giro de Italia Femenino (1999), que conquistó tras una temporada de sacrificio y adaptación en el extranjero; el campeonato del mundo de contrarreloj individual en 2003, en una prueba en la que brilló por su potencia y técnica; y un subcampeonato en 2005, justo antes de su retirada. Además, sumó varias victorias en la prestigiosa Emakumeen Bira, la carrera por etapas más importante del ciclismo femenino de todo el Estado.
Todo ello la consagró como una de las grandes ciclistas de la historia, no solo por sus títulos, sino también por su ejemplo humano y deportivo, que sigue inspirando a quienes buscan abrirse camino con esfuerzo en cualquier disciplina.
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