Con un toque de humor, Cristina Soria muestra en El libro que salvará tu relación de pareja propuestas para discutir sin pelear, conseguir el equilibrio en la convivencia y todas las pautas necesarias para entenderse con la pareja, llegar a acuerdos o evitar caer en la rutina. 

QUIÉN ES 

Cristina Soria nació en Calatayud, pero vivió su infancia y parte de su juventud en Zaragoza hasta que fue a Madrid a estudiar Periodismo. Ha trabajado en diferentes medios tanto escritos como audiovisuales. A partir de 2008 dio un giro a su actividad profesional, encaminándose al ámbito del desarrollo personal, al coaching y la comunicación no verbal. Tiene su propia consulta y ha escrito ocho libros sobre desarrollo personal.

Las comidas de los domingos con la familia, la educación de los hijos... ¿Quién no ha discutido por alguno de estos temas? 

Sí. Estos temas junto a la presión del trabajo, la falta de deseo, incluso hasta por el tapón del gel siempre abierto o los ronquidos, suelen producir discusiones que pueden acabar minando la relación. El desgaste de la vida en común puede conducir a la frustración, insatisfacción, fracaso e incluso provocar la ruptura. Por eso, descubrir situaciones dañinas y afrontar las crisis de forma constructiva es fundamental para desarrollar relaciones sanas. De ahí la necesidad de disponer de herramientas para tener relaciones sanas. 

¿Una relación sana, en qué pilares se basa?

Hay diferentes pilares, que si se trabajan y se tienen claros, la pareja funcionará, aunque está claro que no todas son exitosas por mucho empeño que pongamos. Para mí, siempre ha sido importante ver las relaciones personales desde el punto de vista sistémico. Hay que ser consciente de la singularidad de cada uno, además tiene que ser una relación de pareja, no de amigos y cada uno debe de tener su propio espacio. Lo que buscamos cuando nos relacionamos con una persona es que esa relación vaya bien, que nos aporte y que nosotros podamos aportar. 

¿En cualquier relación lo fundamental es la comunicación? 

Creo que si habláramos, nos escucháramos y nos oyéramos más, la vida entre todos sería mucho mejor y, por supuesto, también en la relación de pareja. Por cultura y arraigo de nuestros ancestros al iniciar nuestra relación, las mujeres, en muchas ocasiones perdemos nuestra individualidad. Por herencia cultural parece que te tienes que olvidar de ti y plegarte a tu pareja, a tus hijos y olvidarte de tu propio espacio y necesidades. Esto ocurre también en muchos hombres, que se olvidan de su espacio. La realidad demuestra que es beneficioso que cada uno mantenga su espacio, sus hobbies e inquietudes. De este modo, si crece individualmente la relación de pareja será mejor.  

¿Sin la sensación de renuncia? 

En situaciones problemáticas las renuncias son lo que más se echa en cara al otro. Por eso es fundamental que cada uno tenga sus necesidades cubiertas. No hay que dejar de lado el deporte, el autocuidado, el descanso, las relaciones sociales con otras personas, el aprendizaje... Si no tienes todo esto, intentarás que tu pareja te lo dé. Entonces ya no hay una relación de equilibrio porque estás queriendo que la otra persona cubra tus carencias.  

¿Y empieza el conflicto? 

Exacto, saldrán muchísimos conflictos en nuestro día a día y discusiones que llevan al desgaste, a la desmotivación, y lo único que querrás es quitarte de en medio a la persona que tienes delante, porque no soportas ya ni cómo se peina.  

¿Cómo influye el estrés en la vida de pareja? 

El estrés es la principal enfermedad que tenemos en este siglo. Viene porque hemos comprado el estilo de vida que parece que es el que funciona. Si nos remontamos a cualquier papel de hombre o mujer exitoso es el de aquella persona que va por la vida corriendo, haciendo cosas, con una agenda completamente llena. Eso simboliza el éxito. Pero eso implica estrés, porque no llegamos a todo. Y si estoy estresado no tendré ni tiempo ni energía para compartir nada con nadie y no sabré gestionar mi día a día. 

¿Todo esto nos lleva al cansancio mental y físico?

Claro. El problema es que no se reconoce esa responsabilidad, porque es esa persona la que ha comprado ese estilo de vida. Por otro lado, nos conduce a echar en cara a la pareja que no te aporta, que no te ayuda, cuando el responsable es uno mismo por llevar esa vida frenética. 

Muchas rupturas de pareja llegan con la jubilación. ¿Qué ocurre? 

Efectivamente, son etapas de la vida donde se dan muchas separaciones por una mayor convivencia, al igual que sucede también a la vuelta de vacaciones. Son datos que vemos en los medios. Las anteriores generaciones de mujeres estaban acostumbradas a tener que aguantar todo el día en casa a un señor cuando se jubilaba. Sin embargo, ahora muchas sienten su espacio invadido sin que su pareja tenga en cuenta su libertad. En la consulta observo, sobre todo en mujeres, que a cierta edad ya no guardan las apariencias, dicen lo que les da la gana.  

¿Y la sinceridad, es una fuente de conflictos? 

De conflictos y enfrentamientos. Si se pasa de tener cierta sensación de libertad por estar trabajando y no pasar las 24 horas con pareja a convivir todo el día, bien el hombre o la mujer, tiene una sensación de ahogo. En otros casos, ha habido una dependencia de esa pareja, porque lo hacían todo absolutamente juntos. Ello provocaba la falta de individualidad. La relación era como una necesidad, no como un deseo elegido.  

¿En su consulta observa a muchas personas de determinada edad que dicen “Ya no me callo”? 

No solo en consulta, sino en mi entorno: padres, tíos y conocidos de amigos subrayan “ya no me callo”, “digo lo que opino”, por eso lo destaco en el libro. A partir de ahora, dicen, voy a expresar lo que pienso y tú (le dicen al otro) no me vas a imponer nada. En realidad es un problema de la educación; son esas generaciones en las que parecía que la mujer agachaba la cabeza y no podía decir nada. Ahora cambia y la mujer que se entregaba a la familia, de repente se rebela, y al hombre, educado en el machismo, le cuesta asumirlo y empieza el conflicto. 

Los asesinatos machistas no cesan y las denuncias son la punta del iceberg. 

Además, en numerosas ocasiones, no hay noticias previas de maltrato cuando gran número de ellas lo llevan padeciendo durante muchos años. Son parejas que, aparentemente, eran idílicas y que luego en su entorno se preguntan qué ha ocurrido. En gente muy mayor también vienen asociados a la enfermedad; ante la imposibilidad de seguir con su vida y ver que están sufriendo, muchos acaban matándose. Pero en el fondo de la violencia que se ejerce contra las mujeres se encuentra el patriarcado. A las mujeres, históricamente se nos han educado para casarnos, tener hijos y mantener el matrimonio. Y muchos hombres cuando las mujeres se empoderan y dicen adiós a su relación, no lo aceptan y las matan. Sé de muchas parejas que vivían y viven vidas paralelas, que son compañeros de piso. Y también a quienes en su día a día tienen problemas, pero que poniendo en práctica unos pilares básicos se solucionan. Evidentemente no hay que aguantar por aguantar. Eso es tóxico.  

¿En las nuevas generaciones ese aguantar ya no se da? 

Es cierto que no tienen ese problema, pero hay que hacer un balance; hay un mayor número de separaciones porque no sabemos manejar esos conflictos diarios. Pero también puede ocurrir que nos hemos equivocado y no hemos creado una relación sana desde el principio. Hay muchas preguntas que contestar a por qué se dan esas separaciones. Pero, sin duda, si no soy feliz con esa persona tengo que aprender a despedirme y decirle adiós, y trabajar esa ruptura para que sea lo menos agresiva. 

¿Recomendaría acudir a un especialista antes de una separación? 

El separarse es una decisión que no se toma a la ligera. Sin embargo, no se suelen trabajar muchos aspectos en la relación de pareja que no funcionan y en otros casos pues simplemente nos hemos equivocado; tenemos etapas diferentes. El saber decir también que no, es necesario. Se trata de no generar esa obligación de pelear. Si tengo necesidad de solucionar los conflictos con mi pareja, porque quiero esa relación, obviamente, tengo que poner todas las herramientas en marcha. Pero también hay parejas que no funcionan y tienen que romper. No pasa nada de lo que va más allá del sufrimiento. ¡Claro que se sufre! Conozco gente que verbaliza que esto es lo que le ha tocado vivir y aguanta carros y carretas. Yo creo que en esta vida venimos más a gozar que a sufrir. 

¿A quién va dirigido el libro? 

A parejas de todas las edades, gente que quiera sentirse reflejada en su día a día, a parejas sanas; el libro no sirve para parejas tóxicas. Más de una persona se verá reflejada en las conversaciones. Además, doy herramientas para tener relaciones sanas de manera divertida. El que haya desencuentros lo veo normal, pero me resisto a que las personas se conformen “porque llevo tantos años con mi pareja” y que vean la ausencia de sexo como algo normal. El libro es para que lo lean quienes quieran vivir una vida en pareja en la que uno aporte al otro, donde haya discusiones y donde se aprenda cada día.