Le gusta tener los pies en la tierra y analizar en sus escritos la realidad que le rodea más que los efectos literarios. Siempre quiso ser escritor, y así se ha considerado incluso antes de publicar su primera obra. Ahora no tiene problemas para publicar, pero comenta que sus principios no fueron muy halagüeños y que las editoriales le volvían la espalda, algo por otra parte nada inhabitual. Hizo otros trabajos, interesantes, aunque solo con una función de supervivencia más que de placer. Hasta que llegó a la meta que siempre buscó, la literaria.

PERSONAL

Edad: 64 años (12 de abril de 1958).

Lugar de nacimiento: Madrid.

Formación: Licenciado en Geografía e Historia.  

Residencia: En la década de los 80 se trasladó a vivir a Bonn, fue el amor de una mujer quien le llevó a la entonces capital alemana. A finales de esa década se mudó en Bruselas, a donde llegó buscando trabajo y lo consiguió como traductor. En estos momentos reside en un pequeño pueblo en la sierra de Gredos.

Trayectoria: Ha tocado todos los géneros: poesía, cuento, novela, ensayo, libro de viajes y teatro. Desde hace dos años se ha convertido también en actor al representar en solitario a todos los personajes de Qué raros son los hombres. Tiene títulos muy conocidos; en novela, La añoranza del héroe (1997), Huir de Palermo (1999), Un mal año para Miki (2003), Las vidas ajenas (2005), Nunca pasa nada (2007), La comedia salvaje (2009), La invención del amor (2013), Los ángeles feroces (2015) y La seducción (2017). En ensayo, Escritores delincuentes (2011) y La ética de la crueldad (2012); y en poesía, Biografía del explorador (1994) El estado de la nación (2002) y Nueva guía del Museo del Prado (2012), además de ensayos, libros de cuentos y de viajes. 

Le ha puesto al libro un título muy inquietante: Mientras estamos muertos.

Es ambiguo porque sugiere que algo está pasando mientras estamos muertos. Pero, ¿qué es lo que sucede? ¿Sucede algo o no sucede nada? No lo sabemos.

¿Porque estamos muertos?

No lo sé, pero me pareció sugerente con lo que cuento en el libro y en especial con uno de los relatos. Vivimos esta vida casi sin darnos cuenta, repitiendo cosas con cierta monotonía, sin ser conscientes demasiado del presente. Estamos muy ocupados con otros proyectos y con el futuro, así que no sentimos que estamos vivos y por eso la pregunta: ¿Y si nos hemos muerto y no nos hemos dado cuenta?

¿Vivimos como si nos planteáramos una huida hacia adelante en vez de pararnos a saborear el presente? ¿Podría ser la literatura también una huida?

Yo no la concibo así. La literatura puede ser un buen refugio, pero temporal. Hay momentos en los que la vida nos agobia. Retirarnos con un libro para leerlo o escribirlo puede estar muy bien. La buena literatura tiene está paradoja, que nos permite retirarnos de la realidad mientras nos pone en contacto con ella. Pienso que los relatos de Mientras estamos muertos no son una huida a ningún sitio, aunque sí hablan de la tentación de huir.

En esos relatos hasta los animales quieren huir, o al menos esa sensación dan.

Ja, ja, ja… Sí. Hasta las tortugas se quieren ir, los loros, los perros, los gatos... Todos quieren huir. Todo esto tiene que ver con la familia central que aparece en todos los relatos. Es una familia de clase obrera que quiere escapar de su condición social. Quieren abandonar esa inseguridad de no saber si llegan a final de mes. Al mismo tiempo está la huida del hijo que no quiere estar en esa familia, siempre quiere estar en otro lado. Hay un montón de intentos de huida, también hay un suicidio…

La forma de huida más dura, ¿no?

Es otro tipo de huida. Pero al final ninguno de ellos está satisfecho.

Ha vivido tiempo fuera y ahora se ha ido a una zona rural. ¿Eso es huir o buscar la tranquilidad?

Vivo en un pueblecito de la zona de la sierra de Gredos y es una huida, pero una huida sana. Vivía en el centro de la ciudad, gentrificado, turistificado… La ciudad es un lugar que cada vez está menos a disposición de los habitantes y más a disposición de los consumidores, de los turistas.

Ovejero dice que se ha sentido escritor incluso desde que no lo era.

Ovejero dice que se ha sentido escritor incluso desde que no lo era.

Aunque todos somos turistas en algún momento.

Lo sé. El problema es cuando una ciudad se pone no al servicio de quien vive en ella, sino al servicio de quien viene a consumir. Yo vivía en Lavapiés (Madrid), la situación se estaba poniendo muy desagradable y conseguimos ir a vivir a este pueblecito, que tiene quince habitantes, y descubrimos que somos felices ahí, que se puede vivir ahí. Descubrí que no necesitaba estar viendo gente todo el tiempo, ni tener que acudir a presentaciones de libros todas las tardes. Lo que haces es volverte más selectivo. Eres más consciente de qué quieres hacer, qué quieres ver y a quién quieres ver.

Ha pasado usted por todos los géneros: poesía, cuentos, novela, ensayo… ¿Cada uno de ellos es pasar página a un tiempo determinado?

Cada una de esas partes es una pieza del mosaico. Tengo la idea absolutamente descabellada de querer contarlo todo, y es algo imposible. Lo que hago es ir añadiendo una pieza a ese mosaico que quedará necesariamente incompleto, pero que de alguna forma es mi manera de mirar el mundo y de estar en el mundo. Cada género me permite hacerlo de forma diferente. No es lo mismo ponerte a escribir poesía que ponerte a escribir una novela. No es la misma manera de sentarte, de respirar, de sentir. Cada libro que voy escribiendo, cada uno de un género, me va permitiendo esas aproximaciones. Además, me permite otra cosa que para mí es muy importante, crecer.

Pero se inclinará más hacia un género.

Depende del momento. Cada uno de ellos me exige recursos diferentes. Lo interesante es que luego estos recursos contaminan los otros géneros. Es como si fuera aprendiendo de cada libro que escribo para los demás que vaya a escribir.

Políticos y La plaga, dos títulos de teatro que si los juntáramos…

Ja, ja, ja… Sí, algunos piensan que es una sola obra, pero no, son dos. Y los políticos no son una plaga, son necesarios. Maldecimos a muchos de ellos, pero sin los políticos no podríamos administrarnos. Tampoco podríamos desarrollar, ni administrar una visión positiva de la sociedad. Que luego haya muchos corruptos, que haya muchos inútiles, está claro, pero, ¿en qué profesión no?

Ya, pero ellos juegan con poder público y con dinero que ponemos todos en la misma caja.

¿Nos parece que es mejor el mundo empresarial? Creo que tampoco. La política es absolutamente necesaria. Nos permite formular nuestros deseos como sociedad.

Volvamos a la literatura, un camino más limpio. Empezó antes con la poesía que con otros géneros. ¿Es cuestión de juventud escribir poesía?

No, y de hecho sigo escribiendo poesía. Cada cinco o seis años escribo un libro de poemas. No es lo que más practico, pero me sigue interesando mucho. Que lo primero que se publicó mío fuera un libro de poesía es una casualidad. Yo presenté ese primer poemario al premio Ciudad de Irun y lo gané, pero ya tenía escrita una novela, muy mala, por cierto, y tenía también escrito un libro de cuentos. La casualidad hizo que empezara publicando poesía antes que otros géneros. Y creo que la poesía es muy interesante para todas las edades y particularmente satisfactoria en la adulta.

Está muy relacionado con los talleres de escritura. ¿Cree que es posible enseñar a alguien para que se convierta en un novelista o en un poeta, por ejemplo?

No es posible crear un escritor, pero la escritura tiene sus técnicas que puedes aprender, como puedes aprender a tocar el saxofón. Te enseñan una serie de técnica y escribes o tocas. No por ir a un taller de escritura significa que te vayas a dedicar a la literatura. Yo estuve aprendiendo a tocar el saxofón y lo logré, lo pasé muy bien pero no soy músico. Lo que ocurre es que no estoy dotado para dedicarme a la música. La práctica te enriquece, te divierte, te permite tocar con otra gente y te pone en contacto con una serie de necesidades, así que lo que te puedo decir es que los talleres de escritura son tremendamente útiles desde un punto de vista casi social.

¡Vaya! Así que si voy a un taller no me convertiré en novelista.

No lo sé, pero un taller te da técnicas, como he dicho, aunque no te vaya a convertir en escritora ni te vaya a dar talento. Puede que acorte ciertos problemas, que trabajar con un profesor o con una profesora que te entienda y vea dónde estás te pueda ayudar, te puede dar ideas. Antes decía que al principio tenía una novela y era muy mala; pues yo hubiera agradecido el tener a alguien con quien poder discutir y que me señalara ciertos fallos que hoy me parecen absolutamente evidentes. 

Aunque ha acabado siendo escritor sin un taller de por medio.

Sí, pero creo que tenía eso que se necesitaba para ser escritor y que es fundamentalmente la obsesión. Soy una persona obsesiva, y la escritura es para mí una herramienta fundamental para estar en el mundo. Es una forma de entenderlo y de comunicar con él. Y creo que he acabado escribiendo bien, aunque mis inicios no fueron nada halagüeños.

Licenciado en Geografía e Historia, ha sido intérprete y es escritor. ¿Qué importancia ha tenido la licenciatura en su vida como escritor?

Desde que era muy joven, cuando nadie me quería publicar, si alguien me preguntaba qué era, yo decía que escritor. Era ridículo visto desde fuera. La siguiente pregunta era qué era lo que había publicado. Era nada, pero para mí, yo era escritor. Soy escritor y lo he sido siempre. La geografía y la historia, como la traducción, son herramientas de supervivencia y de aprendizaje. Siempre he sabido que no me dedicaría a la traducción simultánea más tiempo del imprescindible, y sabía que quería estudiar Geografía e Historia porque para mí, como escritor, era más importante que estudiar Literatura. Necesitaba conocer el mundo y lo que me rodeaba.

¿Por qué?

Porque me interesa mucho más la realidad que la literatura, me gusta hablar de lo que tengo alrededor. 

Cuentos o relatos, ¿con qué se queda?

Yo utilizo indistintamente los dos nombres. Sí que es cierto que hay lectores que asocian lo de cuento con la literatura infantil, pero cuando hablamos de relatos podemos irnos a Cortázar, Borges, Poe, Quiroga… y veremos que en la portada llevan lo de: Cuentos de. No hay que tener ni miedo ni complejos a la hora de utilizar el término cuento.