Dicen que cuando su angelical rostro aparecía en televisión, los mandos a distancia de medio mundo se detenían y cualquier persona deseaba resolver con ella los curiosos casos de Se ha escrito un crimen. Porque Angela Lansbury, antes de enamorar con su voz y canto a toda la generación millennial, ya se había metido en el bolsillo a millones de telespectadores de todo el mundo interpretando a la también inmortal Jessica Fletcher, un personaje icono de los años 80 que le dio fama mundial y que durante doce temporadas (entre 1984 y 1996) y más de 260 episodios se convirtió en la escritora de novelas de intriga y misterio más famosa del universo. Y también en la mejor pagada, ya que la serie producida para la cadena CBS, una de las más importantes de EEUU, obtuvo un incontestable éxito. Murder, She Wrote (su nombre original) llegó a emitirse en casi todo el mundo a través de las principales cadenas (en La 1 y La 2 de TVE, por ejemplo, desde el 9 de noviembre de 1986 hasta el 25 de mayo de 2002). Para que se hagan una idea de la cantidad de tardes que esta mujer, nacida en Londres el 16 de octubre de 1925, nos hizo a muchos compañía.

Pero la vida de Angela Lansbury es, sin duda, mucho más que un crimen. Desde pequeña tuvo tan clara su vocación artística que con solo veinte años ya recibió su primera nominación al Oscar. Fue por su gran trabajo en su primer filme: Gaslight (Luz que agoniza), dirigida por George Cukor y con las interpretaciones de Charles Boyer, Ingrid Bergman y Joseph Cotten. No obtuvo entonces el afamado galardón, pero su carisma sí le abrió las puertas de una industria para la que a lo largo de su vida ha ejecutado más de 150 producciones en cine, teatro musical, radio y programas de televisión. Todo un récord que a pesar de sumar grandes títulos siempre ubica en la cima a la cinta animada La bruja novata (Bedknobs and Broomsticks), del año 1971, con un Treguna mecoides trecorum satisdi que durante años fue el mayor conjuro mágico. Especialmente para la Generación X (1969-1980).

Y eso que Lansbury, o mejor dicho su particular voz (que nunca perdió el precioso acento británico), también forma parte importante de la memoria colectiva de los millennials. La culpa la tuvo Disney en 1991, cuando la escogió para convertirse en la entrañable señora Potts en La bella y la bestia, la primera película animada de la historia nominada al Oscar a mejor filme. Una cinta para la que, además de su voz, Angela también regaló la mejor de sus interpretaciones musicales, cantando el principal y famosísimo tema de su banda sonora: Bella y bestia son. Tan inmortal como el brillo, el trabajo y el carácter de una mujer que en 2014 fue nombrada dama por la reina Isabel II, por “su contribución a las artes interpretativas”.