Rosa Montero, periodista y escritora, siempre se enfrenta al dilema de las promociones con una energía desbordante. Sabe que deja de lado a la escritora para dar paso a la vendedora de libros, lo asume con una sonrisa y dice que es muy aburrido escucharse a sí misma entrevista tras entrevista. A pesar de todo, le pone pasión y ardor. En este libro habla de las locuras de las personas, de las rarezas y de esa búsqueda de la normalidad. ¿Somos mayoritariamente normales o extremadamente unos raros que disimulamos nuestras extravagancias? Ella responde.

PERSONAL

Edad: 72 años. (3 de enero de 1951)

Lugar de nacimiento: Madrid.

Familia: Estuvo casada con el escritor, periodista y presentador Pablo Lizcano, quien falleció en 2009.

Trayectoria: Estudió Periodismo y Psicología, aunque abandonó esta última carrera en cuarto curso. Colaboró con grupos de teatro independiente, como Canon o Tábano, a la vez que empezaba a publicar en diversos medios informativos (Fotogramas, Pueblo, Posible, etc.). Desde finales de 1976 trabajó de manera exclusiva para el diario El País, en el que fue redactora jefa del suplemento dominical durante 1980-1981. En 1981 ganó el Premio Nacional de Periodismo para reportajes y artículos literarios. 

Libros y reconocimientos: En 1997 ganó el Premio Primavera por La hija del caníbal, obra que al año siguiente también recibió el premio a la mejor novela otorgado por el Círculo de Críticos de Chile. La loca de la casa ganó el premio Qué Leer a la mejor novela española de 2003 y el Grinzane Cavour al mejor libro extranjero publicado en Italia en 2004. Historia del Rey Transparente obtuvo el Premio Qué Leer a la mejor novela española de 2005, además del Premio Mandarache de 2007. Su obra está traducida a una veintena de lenguas.

Un día me dijo que en las promociones se sentía como una vendedora de lavadoras. ¿Ha superado esa sensación?

Ja, ja, ja… No, me reafirmo. En las promociones somos como feriantes: Compre este libro, bueno, bonito y barato. Tal cual.

¿Cuántas veces ha querido mandar a la porra una promoción y decir abiertamente que está harta de sus entrevistadores?

De la gente que me entrevistáis no estoy harta. Las promociones son muy duras, es repetir. No me obliga nadie, lo haces porque quieres apoyar el libro. Siento una enorme gratitud hacia todos vosotros, los periodistas, y a toda la gente que esté interesada en hablar conmigo sobre el último trabajo que he presentado. Me lo paso hasta muy bien, pero sí que reconozco que es agotador.

¿Se nota la promoción en las ventas?

Sí, claro. Hace años publiqué Estampas bostonianas, era un libro de viajes y quise probar si podría prescindir de las promociones. Por contrato firmé que no haría nada. Desde la editorial hicieron anuncios, hicieron de todo, pero el libro no se vendió nada. Después hice La loca de la casa, que tuvo mucha promoción, y en la Feria del Libro, cuando venía la gente a comprar este título y veían el otro, Estampas bostonianas, aunque fuera lectores míos, no lo conocían. Ni lo más fans míos se habían enterado de que este libro había salido. Así que sí, las promociones hay que hacerlas.

Todos procuramos estar cuerdos, que no nos consideren locos. Su libro habla de los riesgos de estas pretensiones, al menos desde su título, El peligro de estar cuerda.

Lo que en realidad procuramos es ser normales entrecomillas. Intentar ser normal es un equívoco. Nos venden que la normalidad es sinónimo de lo más habitual.

Tendría que ser así si nos atenemos a conceptos de estadística.

Pues no es cierto. La normalidad que nos venden viene de normativo, es un marco en el que incluso hay que cortarse un brazo o una pierna porque si no lo hacemos, no entramos. Siempre estamos procurando que no se nos noten nuestras rarezas. La normalidad no existe.

¿Somos todos raros pero disimulamos?

Es que no solo lo digo yo, en 2018, en la universidad de Yale (Estados Unidos), una de las mejores del mundo, hicieron un estudio y concluyeron que la normalidad no existe, dijeron que es una construcción estadística. No debe haber nadie en el mundo que coincida en todos sus parámetros con esa media estadística. Todos somos divergentes en algo, todos somos raros en algo.

¿Igualmente raros?

No. Unos somos más raros que otros, eso es evidente. Hay un gran abanico de rarezas, pero lo normal es ser raro.

¿Entonces?

Es que no nos lo permitimos, queremos ser normales o lo que dicen que tenemos que ser para alcanzar el grado de normalidad que nos exigen.

¿En qué es usted rara?

En miles de cosas. No hay más que leer el libro para ver lo rara que soy. Lo que hago en el libro es intentar encontrar una respuesta a preguntas que han dado vueltas en mi cabeza desde que era pequeña. Al principio del libro digo que siempre sabía que había algo que no funcionaba bien en mi cabeza. Esa es la verdad.

¿Por qué se cuestiona ahora la normalidad o por qué analizar ahora sus rarezas?

Al principio me planteaba qué tipo de cabeza tenía, por qué estaba tan llena de imaginaciones. Luego esas preguntas se hicieron más críticas cuando a los diecisiete años empecé a tener trastornos de pánico y pensaba que estaba loca. Era más necesario contestarme. Eso estaba unido al hecho de que desde muy pequeña he invertido las mejores horas de mi vida en sentarme en una esquina de mi casa a solas durante meses y años a inventarme mentiras.

¿Escribir?

Eso es. Es un trabajo absurdo y estrafalario. ¿Por qué hacemos los novelistas esta cosa tan absurda? ¿Por qué dedicamos la mejor parte de nuestras vidas a estar solos en nuestras casas inventando mentiras? Estas reflexiones han ido dando vueltas en mi cabeza.

¿Reflexiones sobre las mentes creativas de alto nivel?

Sí y no. He ido dando vueltas a cómo son las cabezas creativas, seas un buen artista o no. Da igual. Es una reflexión sobre cómo son esas cabezas y qué relación tienen con la locura, con lo que llamamos trastorno mental. ¿Qué relación tiene la realidad con la imaginación?

Rosa Montero, firmando libros en Bilbao. Pablo Viñas

¿Ha sacado alguna conclusión? ¿Esas realidades paralelas solo afectan a los artistas, a los creadores?

Ja, ja, ja… Claro que sí, para eso reflexiono. He llegado a la conclusión de las cabezas paralelas no están solo en los artistas. Hay un 15% de personas, incluso más, que aunque jamás hagan una obra creativa y se dediquen a otras profesiones…

¿Más prosaicas?

Pues sí. Entre ellos están incluidos todos aquellos que son amantes de la lectura de forma apasionada. Aquellos que necesitan leer para poder soportar la vida.

¿El hecho de ser un lector o lectora apasionada aparta a la gente de la vida considerada normal?

Creo que podemos ser muy simpáticos, tener muchos amigos, tener mucho éxito, pero en el fondo la realidad no termina de encajarnos. Quizá seamos nosotros los que no encajamos en la realidad, queda una fisura, un abismo… Y necesitamos poner un puente de palabras sobre lo que nos ocurre.

A través de este libro parece que se ha hecho a usted misma una autopsia mental. ¿Ha conseguido llegar a algún lugar determinado?

Por supuesto. Después de estar toda la vida dando vueltas sobre este tema, nunca me había puesto a estudiar sobre ello de manera sistemática hasta hace cuatro años. Tú no escoges los libros que haces, son ellos los que te escogen a ti. Se aparecen en tu cabeza y te obligan a escribirlos.

¿De verdad se le apareció este libro?

Una locura, ¿no? Yo estaba entonces escribiendo mi anterior libro, La buena suerte, y se me apareció una especie de telegrama de mi inconsciente, así que dije: El próximo libro será un artefacto relacionado con mi cabeza, va a ir de creación y locura. Y aquí estamos hablando de él. 

¿Ha necesitado documentación?

Sí. A partir de ahí me puse a leer libros de expertos, de otros autores que también hablaban de este tema, biografías y empecé a analizar mi cabeza.

¿Un libro testimonial?

Para nada. He hecho una minisección de mi cabeza, pero no para decir esto me pasa a mí, sino esto nos pasa a nosotros, a un montón de gente. Con este libro he llegado a responderme de una forma suficiente a muchas preguntas que me hacía desde hace años. Estoy satisfecha, tengo una sensación de logro tremendo.

¿Ve en las promociones cómo es la aceptación de su libro?

Eso es lo maravilloso, la respuesta de la gente. Es una respuesta única dentro de todos mis libros. La gente me dice que se siente reflejada, que creían que eran raros... Hay cosas que me han dicho que son emocionantísimas, como que ha ayudado a algunos a no suicidarse. Dicho tal cual hace que se te salten las lágrimas. Hay quien me dice con risas: Yo era muy rara, de pequeña chupaba baterías. La gente me cuenta sus rarezas.

¿De quién podemos fiarnos más, de las personas que dicen ser absolutamente normales o de las que reconocen tener alguna rareza?

No es que me fíe totalmente del que te dice que es raro, es no me fío nada del me dice que es absolutamente normal. Cuando alguien me dice que es muy normal lo que pienso es que realmente me está ocultando su propio agujero. Me parece que esa persona que hace tal afirmación sabe muy poco de sí mismo.

¿Adolecemos del síndrome del impostor? ¿Somos muy mentirosos?

Es que el síndrome del impostor no tiene nada que ver con las mentiras. Se descubrió en Estados Unidos por unas psicoanalistas hace unas décadas. Tenían muchas empresarias de gran éxito en la consulta y se sorprendieron cuando muchas de ellas confesaban que se sentían unas impostoras. Es esa sensación que tienes de que te van a descubrir y no vas a dar la talla. Es curioso, cuanto más preparada esté la mujer y cuanto más coeficiente intelectual tenga, más proclive puede ser al síndrome del impostor.

Así que cuanto más burro seas…

Más segura te sentirás sobre lo que estás haciendo, no te sentirás impostora. No lo digo yo, hay estudios que lo demuestran.