Pello Reparaz y cómo convirtió Zetak en un espectáculo único
El proyecto de Pello Reparaz ha pasado de los escenarios de pueblo a los grandes estadios con un espectáculo íntegramente en euskera que fusiona música, teatro y mitología
Cuando Pello Reparaz fundó Zetak en 2019, pocos imaginaban que aquel proyecto nacido en Arbizu, un pequeño pueblo de Navarra, acabaría llenando estadios con un espectáculo íntegramente en euskera. Lo que comenzó como la inquietud creativa de un músico curtido en los escenarios del ska y el punk se ha convertido en uno de los fenómenos más singulares y ambiciosos de la música.
El comienzo de todo
Reparaz ya había vivido una intensa primera etapa con Vendetta, grupo que lideró desde los 16 años y con el que publicó cinco discos de ska y punk. Tras más de una década de giras, decidió cerrar aquel ciclo y dar paso a algo nuevo, más íntimo, más suyo. Así nació Zetak, una apuesta por la electrónica en euskera, con Leire Colomo (percusión), Iban Larreburu (batería) y Gorka Pastor (sintetizadores).
Su debut, Zetak (2019), mostró un sonido luminoso y orgánico que pronto encontró su público. Pero fue durante la pandemia, con la canción Zeinen ederra izango den, cuando su nombre cruzó fronteras: un tema esperanzador, construido con vídeos de seguidores. En 2022 llega Itzulera junto a Erramun Martikorena, una mezcla de sonido tradicional y electrónico que se convirtió en un lema. Y en 2023 sacan su último álbum Aaztiyen, un disco en el que mezclan electrónica con mitología vasca y colaboran con artistas de Galicia, Catalunya y Euskadi, reivindicando las lenguas minorizadas desde la vanguardia sonora.
En menos de cinco años, Zetak ha pasado de tocar en escenarios de fiestas de pueblo a tocar por todo el estado o agotar entradas en grandes recintos. Primero fue el Navarra Arena, con dos sold out consecutivos. Luego, tres noches seguidas en Illumbe (Donostia), y en 2026 llegará el cierre de la trilogía Mitoaroa, con dos fechas en el estadio de San Mamés.
Solo podía ser en euskera
Pello Reparaz no busca ser un fenómeno masivo, aunque lo es. Su éxito parte de algo más profundo: una convicción artística y cultural. “No hacemos un producto genérico. Contamos una historia que es nuestra, y la contamos sin lijar las aristas. Mitoaroa es en euskera porque solo podía hacerse en euskera".
Para él, el euskera no es una barrera, sino el vehículo natural de su arte. “Vamos a llenar San Mamés con mitología, con nuestro carnaval rural, con nuestra identidad y, por supuesto, con euskera. Todo esto solo se podía hacer desde el camino que elegimos nosotros.”
En sus conciertos, miles de personas, muchas de ellas sin entender el idioma, cantan, bailan y vibran con la misma intensidad. Su sonido, sus luces y la puesta en escena tienen una fuerza universal que trasciende la lengua. “En Navarra, que es tan plural, me emociona ver que el proyecto une a gente muy diferente. Muchos no hablan euskera, pero sienten la música, entienden el mensaje. Eso me llena de orgullo.”
De lo concreto a lo universal
En su entrevista con Noticias de Navarra, Reparaz resumía así la filosofía de Zetak: “No se trata de pasar de lo concreto a lo universal, sino de reivindicar que lo concreto es universal. Contamos una historia muy específica que poca gente de fuera conoce…, y estamos llenando estadios.”
Esa es quizá la clave del fenómeno: la autenticidad. En un mundo musical a menudo dominado por fórmulas globales, Zetak ha demostrado que la raíz puede ser también revolución. Su propuesta une tradición y modernidad, mitología y sintetizadores, poesía y espectáculo.
Más que música
Zetak no es solo un grupo. Es una declaración de amor al euskera, a la cultura vasca y a la idea de que las lenguas pequeñas también pueden sonar gigantes. Como dijo Reparaz, “quizás no sea casualidad que justo ahora, cuando atiendo más a mi impulso artístico y a mi identidad, haya llegado este éxito. Ser fiel a uno mismo es lo que le da credibilidad a un proyecto.”
Y esa fidelidad, unida a su magnetismo escénico, a su directo único y a la potencia emocional de su música, ha hecho de Zetak mucho más que una banda: una experiencia colectiva, un símbolo de orgullo y una prueba de que lo local también puede ser universal.
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